- Alquimia -
La tradición egipcia a través de los alquimistas
El conocimiento hermético del que eran depositarios los
egipcios fue recogido por los hebreos; numerosos pasajes de la
Biblia, sobre todo el Pentateuco de Moisés, nos permiten
adivinarlo (1). Por otra parte, también los griegos se nutrieron de
la sabiduría egipcia, adecuándola a su civilización y a sus
divinidades y sirviendo de transmisores de sus misterios (2).
Más tarde, bebiendo indistintamente en las fuentes griegas y
en las egipcias, los sabios doctores del Islam volvieron a
actualizar y transmitieron de nuevo el conocimiento hermético.
Fue, finalmente, a través de estos tres, hebreos, griegos y
árabes, como llegó a tierras europeas, donde volvemos a
encontrarlo entre los alquimistas medievales, más o menos
intacto, hasta finales del siglo XVIII.
No es tampoco desdeñable, aunque no hablaremos ahora de
ello, el papel ejercido por algunos padres de la Iglesia en esta
misteriosa transmisión. Durante la Edad Media aparecerán una
serie de alquimistas cristianos que compararán la Gran Obra con
la vida de Cristo (3). Con todo, los elementos más importantes de
la filosofía hermética proceden en su mayoría, como veremos, de
los griegos y de los egipcios.
Varias leyendas egipcias y griegas nos refieren que toda una
serie de usos, enseñanzas y costumbres fueron transmitidos al
pueblo egipcio por Thot, dios que recibiría entre los griegos los
nombres de Hermes y de Mercurio (4). Dicho de otro modo, lo
que exotéricamente se entiende por tradición, nos narra la
leyenda que fue transmitido al pueblo egipcio por Thot-Hermes.
Alkandi (5) se refiere a él en estos términos «En tiempos de
Abraham vivía en Egipto Hermes o Idris segundo (6), que la paz
sea con él, y fue apodado Trismegisto, porque era poeta, rey y
filósofo.
Enseñó el Arte de los metales, la Alquimia, al Astrología, la
Magia, la Ciencia de los espíritus... », con ello vemos que Thot o
Hermes fue también el transmisor del esoterismo. Dom Pernety
afirma que se consideraba a Mercurio como el inventor de las
artes y de los caracteres jeroglíficos, porque Hermes los inventó a
propósito del mercurio filosófico, uno de los arcanos de la
Alquimia.
La helenización de Thot, Hermes Trismegisto, fue el Mercurio
de los romanos; éste estaba considerado como el padre de la
Alquimia, que ha tomado de él el nombre de «filosofía
hermética». Todos los alquimistas medievales estaban de acuerdo
en ello y se llamaban a sí mismos «filósofos herméticos», para
diferenciarse de los filósofos «profanos».
Entre los escritos de los filósofos herméticos, aquellos en los
que se hace alguna alusión directa a la mitología egipcia son muy
numerosos; resultaría poco menos que imposible citarlos a todos.
Muchos de ellos no han sido traducidos nunca ni del latín ni del
griego originales, y bastantes se conservan únicamente en forma
de manuscrito.
Entre los autores a los que hemos recurrido en el presente
trabajo, señalaremos cuatro, que nos parecen los más
representativos: MICHAEL MAIER, médico y alquimista alemán
del s. XVII, prolífico escritor: DOM ANTOINE PERNETY,
benedictino de la congregación de St. Maure, autor de un
Diccionario Mito-Hermético (s. XVIII) de obligada referencia;
SAINT BAQUE de BUFOR, filósofo desconocido, del s. XVIII,
probablemente relacionado con Pernety o con el círculo hermético
que éste presidía (7), y un filósofo anónimo que se ocultaba bajo
el anagrama de FILOVITA o URANICUS, autor de una Instrucción
introductoria a una de las obras de Esprit Gobineau de
Montluisant.
Algún lector se extrañará al ver relacionado algo como la
alquimia europea con la antigua mitología egipcia; las pocas ideas
que normalmente tenemos sobre ésta, proceden de nuestra
educación escolar donde más que comprender lo que hacíamos
era aprender. Como ocurría con la interminable lista de reyes
godos, memorizábamos nombres de dioses, de diosas y de
personajes mitológicos, pero no nos enterábamos ni de su
simbolismo ni de su sentido profundo; dicho de otro modo: no
sabíamos a qué se referían y, lo que sin duda es peor, no
sabíamos que en el fondo eran símbolos y no mitos ni personajes
reales de carne y hueso.
Para los verdaderos alquimistas no existía este problema,
todo lo que los dioses y las fábulas egipcias representaban ya era
conocido por ellos, y no les era difícil reconocer los principios y
operaciones de su arte en las leyendas que nos han transmitido
Plutarco, Diodoro de Sicilia o Porfirio.
Comentando el texto que aparecía en una columna egipcia,
transcrito por el Abbé Bannier en su Mitología, Dom Pernety
afirmaba (8) que «si se comparaban estas expresiones con las de
los Filósofos Herméticos, se las encontrará tan conformes que se
estará, por así decirlo obligado a convenir que el Autor de estas
Inscripciones contemplaba el mismo objeto que los Filósofos», y
más adelante: «los Sacerdotes instruidos por Hermes tenían otro
objetivo que el de la historia (9), con la que no podrán conciliarse
las diferentes cualidades de madre e hijo, de esposo y esposa, de
hermano y hermana, de padre e hija que se encuentran en las
distintas historias de Isis y Osiris, pero que convienen muy bien a
la Obra Hermética, cuando se toma su única materia bajo todos
los puntos de vista» (10). «Basta con un solo libro de los
Filósofos Herméticos – nos dice el mismo autor (11)- para ver
que han utilizado el mismo método que los Egipcios para hablar
de la Piedra Filosofal: han utilizado los mismo jeroglíficos y las
mismas fábulas».
Así pues, vemos que los filósofos herméticos y los egipcios
no sólo hablaban de los mismo, sino que empleaban un mismo
lenguaje. Para el profano resultan tan jeroglíficos los textos de los
papiros como la mayoría de los tratados de los alquimistas, y en
ello reside la dificultad de traducción de los unos, de la que se
quejan los egiptólogos y de comprensión de los otros aunque,
prácticamente, han escrito en nuestra lengua (12).
El personaje central de la mitología egipcia es Osiris, y lo
que éste simboliza parece ser también el tema central en los
libros de muchos alquimistas. En el «Discurso XXIV» de su
Atalanta Fugiens (13), Michael Maier declara: « La alegoría de
Osiris ha sido llevada por nosotros a su verdadero origen, que es
químico, y explicaba de manera completa en otro lugar...(Osiris)
es el sol, pero el sol filosófico, y este nombre, que le encontramos
atribuido aquí y allá en los libros, ha sido interpretado como el sol
exterior por el vulgo que no conoce otra luz que la luz de este
mundo.
El sol de los filósofos recibe su nombre del sol del mundo
porque contiene todas las propiedades naturales que descienden
de este sol celeste o que le convienen». Contrariamente a lo que
pudiera parecer, los egipcios no adoraban en realidad a una
pluralidad de divinidades, sino a un solo Dios en todas las cosas,
como nos lo demuestran por una parte Plutarco (14) y por otra
Dom Pernety (15): «Léanse con atención los himnos de Orfeo,
particularmente el de Saturno, donde se dice que este dios está
extendido por todas las partes que componen el Universo y que
no ha sido engendrado; que se reflexione en Asklepios de
Hermes, en las palabras de Parménides el Pitagórico, en las obras
del mismo Pitágoras; en todas las partes se hallarán expresiones
que manifiestan su sentimiento sobre la unidad de un Dios,
principio de todo, él mismo sin principio, y que todos los dioses
mencionados no son sino diferentes denominaciones, ya sean
atributos, ya sean operaciones de la Naturaleza.
Sólo Jámblico es capaz de convencernos con lo que dice a
propósito de los misterios de los egipcios (16)... Hermes y los
otros sabios sólo presentaron a los pueblos las figuras de las
cosas como dioses, para manifestarles un solo y único Dios en
todas las cosas: ya que aquel que ve la Sabiduría, la Providencia
y el Amor de Dios manifestados en este mundo, ve a Dios mismo:
ya que todas las criaturas no son más que espejos que reflejan
sobre nosotros los rayos de la sabiduría divina». Volviendo al
sentido alquímico de las fábulas egipcias, señalemos que, según
los alquimistas, dos dificultades principales se presentan a aquel
que quiere realizar la Obra.
La primera es la determinación de qué materia ha de
utilizarse y la segunda de cómo manipularla. Saint Baque de
Bufor nos explica que: «Los Filósofos Herméticos, en los escritos
que nos han dejado, han hablado muy poco de la primera materia
(...) se han extendido mucho, aunque con mucha ambigüedad,
sobre los diversos principios del arte y sobre las formas
progresivas que toma la materia en la segunda operación, pero
han cubierto de un velo impenetrable al primer agente ostensible,
los primeros procesos y todo el desarrollo de la primera
operación... El Antiguo Testamento, la teología egipcia, griega y
la de los druidas, al contrario, casi no hablan de la segunda
operación, pero se extienden tan prolijamente y de un modo tan
variado sobre la primera que, a fuerza de envolverla con
parábolas, enigmas y ficciones, han formado un laberinto en el
cual es casi imposible no extraviarse (17)».
El proceso de la Obra alquímica consta de diversos pasos
que aparecen representados en la iconografía hermética,
sumamente abundante. Uno de los pasos de esta misteriosísima
obra recibía el nombre de «conjunción». Se trata de la unión del
«fijo y del volátil, del hermano y de la hermana, del Sol y de la
Luna» (18).
El lector familiarizado con la leyenda de Isis y Osiris
comprenderá, con Dom Pernety, (19) que: «los egipcios
entendían por Isis y Osiris tanto la substancia volátil y la
substancia fija de la materia de la obra, como el color blanco y el
rojo que toma en sus operaciones». En cuanto a Isis se refiere,
citemos la opinión del Filósofo anónimo que citábamos al principio
de este artículo (20): «La diosa Isis era el húmedo radical
universal, influido por la Luna al que miraban como la madre
original de toda generación y conservación. Las estatuas de Isis
tenían todos los símbolos de la Luna, incluso los del cielo astral y
de la región celeste, a la que se consideraba hacía tanto bien.
Estaba vestida de negro para señalar la vía de la corrupción y de
la muerte, comienzo de toda generación natural... La ropa negra
que se daba a Isis muestra también que la Luna, o la Naturaleza,
o también el Mercurio Filosófico que es su diminutivo y su
substancia operativa en todas las generaciones, no tiene luz por
sí mismo, al ser un cuerpo opaco, pero que este cuerpo esencial
la ha recibido de otro, esto es, del Sol y de su propio espíritu
vivificante que está infuso en él y que es su agente.
Llevaba una ropa negra, blanca, amarilla y roja para
significar los cuatro colores principales o grados hacia la
perfección de la generación o de la obra secreta de los Sabios, de
la que también es el sujeto, el objeto y la imagen. A menudo Isis
estaba acompañada por una vaca negra y blanca, para dar a
entender el trabajo asiduo con el que debe ser observado el culto
filosófico, y que debe ser seguido en la operación del negro y del
blanco perfecto que es engendrado por la Medicina Universal
Lunar Hermética... Según Apuleyo, Isis hablaba así en su fiesta:
Mi religión comenzará mañana para durar eternamente.
O sea que la Ciencia religiosa de la Naturaleza y la Obra de
su simiente primera, origen de toda producción y de las
maravillas del mundo, tiene tanta duración como el Universo y se
observa y practica cada día». Y nuestro autor añade que:
«Cuando las Tempestades del Invierno sean apaciguadas, que el
mar conmovido, alterado y tempestuoso sea calmado, apaciguado
y hecho navegable, mis sacerdotes me ofrecerán una barquilla,
como demostración de mi paso por el mar de Egipto, bajo la guía
de Mercurio, mandado por Júpiter.
Esta es la clave del gran Secreto filosófico para la extracción
de la materia de los Sabios y del huevo en el que deben
encerrarla y operar en el atanor de torre, comenzando por el
régimen de la Saturnia Egipcia, que es la corrupción del buen
augurio, para la generación del Hijo real filosófico, que de allí
debe nacer al final de los siglos, o de las circulaciones
requeridas». El texto de Apuleyo que Filovita o Uranicus citaba y
comentaba gozó también de gran estima entre los otros filósofos.
Nos abstendremos de citarlo en su totalidad ya que el lector
podrá consultarlo en el artículo sobre Plutarco que firma Carlos
del Tilo. Dom Pernety, por su parte, nos lo explica de este modo
(21): «Isis pasaba por ser la Luna, la Tierra y la Naturaleza.
Su corona, formada por un globo brillante como la Luna, la
anuncia a todo el mundo... Las dos espigas que salen indican que
la materia del Arte Hermético es la misma que la que emplea la
Naturaleza para hacerlo vegetar todo en el Universo. Los colores
que esta materia va tomando durante las operaciones, ¿no son
exactamente nombrados en la enumeración de los vestidos de
Isis?». Y más adelante (22): «Parece que Apuleyo haya querido
decirnos que todos estos colores nacen los unos de los otros; que
el blanco está contenido en el negro, el amarillo en el blanco y el
rojo en el amarillo; por ello el negro cubre a todos los demás».
Para Saint Baque de Bufor (23): «No hay ningún pasaje de
los tratados que los Filósofos herméticos han escrito que sea tan
claro, tan verdadero y tan instructivo para el comienzo de la obra
hermética como aquel que Apuleyo ha referido a propósito de la
fiesta de Isis. Isis era, en efecto, la madre de todas las cosas,
porque unida a Osiris componen juntos el fluido luminoso que da
la vida a todos los seres; era la dueña de los elementos, porque
unida a Osiris, constituían los elementos simples que elementan a
los cuatro elementos». He aquí lo que Pernety explicaba a
propósito de la historia mítica de Isis y de Osiris (24): «Esta
misteriosa historia, o mejor dicho, esta ficción, se convirtió en lo
sucesivo en el fundamento de la Teología Egipcia... Osiris era
para los ignorantes el Sol o el Astro del día e Isis la Luna; los
Sacerdotes veían en ellos a los dos principios de la Naturaleza y
del Arte Hermético... Algunos, como Plutarco, pretendían que
Osiris significaba muy santo, otros, como Diodoro, Horus-Apolo;
Eusebio y Macrobio decían que quería decir que tiene muchos
ojos, aquel que ve claro... Pero los Filósofos veían en el nombre
de este Dios al Sol terrestre, el fuego escondido de la Naturaleza
(25), el principio ígneo, fijo y radical que lo anima todo...Para los
Sacerdotes, Isis era la Naturaleza misma, el principio material y
pasivo de todo... Herodoto nos enseña que los Egipcios la
tomaban también por Ceres, creyendo que Apolo y Diana eran
sus hijos.
Hemos dicho que Osiris era el principio ígneo, suave y
generador que la Naturaleza emplea en la formación de los
mixtos, y que Isis era el húmedo radical; por los tanto no hay que
confundir al uno con el otro, porque difieren entre sí como el
humo y la llama, la luz y el aire, el azufre y el mercurio. El humor
radical es en los mixtos el asiento y el alimento del cálido ígneo o
del fuego natural y celeste..». Para los filósofos herméticos (26):
«Las dos obras que son el objeto de este Arte están
comprendidas, la primera, en la expedición de Osiris, la segunda,
en su muerte y apoteosis.
Por la primera se hace la Piedra, por la segunda se forma el
Elixir. Osiris, en su viaje, recorre Etiopía, luego las Indias, Europa
y regresa a Egipto por el mar Rojo para gozar de la gloria que ha
adquirido, pero halla la muerte. Es como si dijéramos: en la
primera obra, la materia pasa al principio por el color negro,
luego por colores variados, el gris, el blanco y finalmente aparece
el rojo, que es la perfección de la primera obra y la de la piedra o
azufre filosófico... La segunda obra está muy bien representada
en el tipo de muerte de Osiris y los honores que se le rindieron...
Siendo esta segunda operación semejante a la primera, su clave
es la solución de la materia o la división de los miembros de
Osiris en muchas partes. El cofre en el que ha sido encerrado este
Príncipe, es el vaso filosófico, cerrado herméticamente. Tifón y
sus cómplices son los agentes de la disolución... La dispersión de
los miembros del cuerpo de Osiris es la volatilización del oro
Filosófico y la reunión de estos indica la fijación. Se hace gracias
a los cuidados de Isis o la Tierra, que, como un imán, dicen los
filósofos, atrae a sí las partes volatilizadas». (27) En su Atalanta
Fugiens, Michael Maier dedica un emblema a Osiris [...].
Representa el asesinato de este dios por Tifón. Sabemos por
Plutarco, que Tifón era hermano de Osiris y fue su destructor, ya
que Osiris representa a la «Palabra» sagrada cuya restauración
pertinente fue llevada a cabo por Isis. Numerosos autores opinan
que la muerte o el desmembramiento de Osiris en la tradición
egipcia es lo mismo que la caída de Adán en la judeo-cristiana.
El culpable de la caída, según los hebreos, es Samael (de
samo: ‘cegar’) que se relacionará con Tifón (de tufoo: ‘cegar’,
‘oscurecer’). Veamos qué nos enseñaban los alquimistas a
propósito de este hermano de Osiris: «Decían que Tifón y Osiris
eran hermanos y que este último le hacía siempre la guerra al
primero. Osiris era el buen principio o el humor radical, la base
del mixto y su parte pura y homogénea; Tifón era el mal principio
o las partes heterogéneas, accidentales; principio de destrucción
y de muerte, como Osiris lo era de vida y de conservación (28)
Tifón nació de la tierra, pero de la tierra grosera, siendo el
principio de la corrupción. Fue el causante de la muerte de
Osiris... El fuego que saca por la boca indica su aspereza
corrosiva y designa su pretendida fraternidad con Osiris, porque
éste es un fuego escondido, natural y vivificante; el otro es un
fuego tiránico y destructivo... Por eso d’Espagnet le llama el
Tirano de Natura y el fraticida del fuego natural». (29) Para
Saint-Baque de Bufor, Tifón es el flogisto, y su nombre en latín
Typhon es el anagrama de Python, la serpiente que nació del
barro, idea que nos vuelve a recordar algunas doctrinas judías.
Este autor escribe (30): «Cuando los dos principios que
constituyen la materia pura del arte hermético han sido llevados
por las manipulaciones del artista a este grado de pureza, ya no
son llamados o conocidos por los nombres de Isis y Osiris o
primera materia caótica, sino que en este estado son la materia
de los Sabios designada bajo el nombre de Horus, el que mató a
Tifón. Dicho de otro modo, Isis y Osiris, que son los principios de
toda vida y de los cuales es formado Horus, son desembarazados
de los principios de destrucción y de muerte, Tifón, el flogisto o
los vapores de la tierra que los habían condensado». Isis y Osiris
son pues los dioses principales de los Egipcios, junto con Horus
que reinó en último lugar y que, para los alquimistas, simbolizaba
el «resultado del Arte Sacerdotal».
Por ello se le confundía con Harpócrates, el dios del secreto,
pues Horus, o el Sol de los Sabios, es el gran secreto de la
Filosofía Hermética. Según cierta tradición, Horus: «Era
considerado por ellos (los druidas) como el hijo de Isis y de
Osiris, o sea de la Naturaleza y del fuego solar, al que llamamos
húmedo radical y calor natural, que nos son enviados desde lo
más alto de los Cielos por el Espíritu eterno de vida... Horus
pasaba por ser la luz en calidad de hijo de Osiris, representando
al Sol (31), y llevaba también algunos atributos de Apolo, hijo
también del Sol y dios de la luz según la Fábula; por lo que
estaban representados a sus lados, detrás de él y siguiéndole,
veinticuatro pequeños ancianos que significaban las veinticuatro
horas que antiguamente dividían al día y a la noche en
veinticuatro partes». (32) Llegados al final del presente artículo,
a modo de conclusión y de síntesis, sólo nos queda proponer al
lector las palabras de dos clásicos de la filosofía hermética.
El primero de ellos , con un lenguaje actual, expresa en dos
versículos el misterio de Isis y de Osiris, o el del agua y el fuego:
«Os adoramos, Agua, madre de las aguas, pues el fuego vivo
está en vuestro centro, y sois excelente sobre todas las demás
luces. El sol es vuestra producción magnífica (33). Santa Madre
del fuego, socorrednos ahora y en la hora del paso difícil. ¡Que así
sea!» (34). «¡Oh, fuego que fluye, que disuelve y coagula,
nuestro Señor fecundador!» (35) El segundo apunta, siempre
bajo el discreto velo del símbolo, cuál es el objetivo de la ciencia
hermética, la recompensa del viajero que, abandonando la tierra
de exilio, regresa a la Patria original: «Es este Horus (36) o Apolo
por quien Osiris emprendió un viake tan largo y pasó tantos
trabajos y fatigas. Es el tesoro de los Filósofos, el de los
Sacerdotes, el de los Reyes de Egipto: el niño filosófico nacido de
Isis y Osiris». (37).
Bibliografía
(1): Ver Hechos de los Apóstoles: VII,22. Aparte del
contexto bíblico, los comentadores hebreos nos lo confirman; por
ejemplo Nahmánides en su Comentario sobre el Éxodo (XIII, 3) y
en su Exordio al Génesis. Filón el Judío, en su De vita Mosis
(lib.1) relata que Moisés aprendió en Egipto la Filosofía simbólica
o la ciencia de la naturaleza.
(2): Plutarco es, sin duda, el autor que mejor nos explica la
adaptación de los Misterios egipcios a los griegos. Ver, a este
respecto, el artículo de Carlos del Tilo publicado en este mismo
fascículo de LA PUERTA (Egipto).
(3): Citemos a modo de ejemplo, a Pierre Jean Favre o a
Dom Belin.
(4): Especialmente Platón en su Fedra, 174 y ss.
(5): Citado por Dom Pernety, Fables Egyptiennes et
Grèques, dévoillées et reduites au même principe, tomo I. París,
Chez Delalain, MDCCLXXXVI p. 218.
(6): Los antiguos distinguían a tres Hermes, el primero de
ellos fue Henoch.
(7): Tras la publicación de su CONCORDANCIA MITO-FíSICOCABALO-
HERMÉTICA (Edición bilingüe castellano-francesa,
Obelisco, Barcelona 1986), hemos podido averiguar que se
trataba seguramente de Mr. Fabre de Bosquet, apellido cuyas
letras constituyen un anagrama de St. Baque de Bufor, que
pertenecía a una sociedad hermética de Versalles.
(8): Fable..., op. cit. p. 300 y ss.
(9): Pernety nos indica muy claramente que no hay que
intentar entender lo que la Mitología nos explica al pie de la letra.
Los Padres de la Iglesia, especialmente Orígenes que en su Adv.
Celsum manifiesta grandes conocimientos de la tradición egipcia,
escribían lo mismo a propósito de la Escritura, criticando el
fariseismo.
(10): Fables..., op. cit. p. 303.
(11): Fables..., op. cit. p. 241.
(12): La lengua egipcia, como la hebrea, se escribía
únicamente con consonantes. Las vocales las colocaba quien leía.
El lector comprenderá que según qué vocales se utilizaran, el
texto adquiría uno u otro significado. Un libro hebreo, el Sepher
ha Zohar explica el sentido esotérico de este uso: las
consonantes son el cuerpo y las vocales el espíritu. El texto sin la
vocalización correcta está seco, muerto. En este libro se
comparan a las vocales, mediante un ingenioso juego de
palabras, con gotas de agua o de rocío.
(13): En el discurso I de su Atalanta Fugiens. Oppenheim,
1618. en Librairie de Médicis, París 1970.
(14): En su tratado Sobre la EI del Templo de Delfos, ver el
pasaje en cuestión citado en el artículo de C. Del Tilo sobre
Plutarco.
(15): Fables..., op. cit. pp. 224 y 225.
(16): Ver nuestro artículo sobre Jámblico y los misterios de
los egipcios en este mismo fascículo de LA PUERTA.
(17): Concordancia..., op. cit. p. 39.
(18): Según el artículo CONJOCTION del Diccionario Mitohermético
de Dom Pernety.
(19): Fables..., op. cit. p. 275.
(20): Ver Cuatro Tratados de Alquimia, Ed. Vision-Libros,
Barcelona 1979. p. 144 y ss.
(21): Fables..., op. cit. p. 288 y ss.
(22): Fables..., op. cit. p. 294.
(23): Concordancia..., op. cit. pp. 65 y 67.
(24): Fables..., op. cit. pp. 265 y 319.
(25): Según Pernety, op. cit. p. 239. Osiris quiere decir
«fuego escondido».
(26): Fables..., op. cit. p.. 276 y ss.
(27): Fables..., op. cit. p. 286 y ss.
(28): Fables..., op. cit. p. 250.
(29): Fables..., op. cit. p. 312
(30): Concordancia..., op. cit. p. 65
(31): Existía entre los egipcios una diferencia entre la luz y
el sol. Algo semejante ocurre entre los hebreos que distinguen en
el Génesis entre la luz (1-3) y el Sol (1-16).
(32): Ver Cuatro tratados..., op. cit. p. 149. El lector
asociará a Horus, que para los alquimistas sería La Piedra, con el
principio del capítulo IV del Apocalipsis, donde el Juez supremo
parecía semejante a la piedra de jaspe y a la de sardónice y
estaba rodeado de veinticuatro tronos donde estaban sentados
veinticuatro ancianos.
(33): El lector asociará este párrafo con algunas
denominaciones egipcias de Isis, como Madre del sol, diosa de la
Aurora y del crepúsculo (= el sol es vuestra producción
magnífica).
(34): Ver El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga 1987.
Libro X, vers. 60’.
(35): Ver El Mensaje......, op. cit. Libro VIII, 46’.
(36): Uno de los nombres de Horus era Harpócrates, dios
que se representaba con un dedo sobre la boca y que simbolizaba
el secreto; por ello, para los alquimistas, La Piedra Filosofal era
un secreto que tenían que guardar a toda costa y que había
recibido nombres tan evocadores como piedra secreta de los
Sabios o secreto de los secretos.
(37): Fables..., op. cit. p. 307. El lector recordará que Isis
era la diosa del rocío.
por Juli Peradejordi
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