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sábado, 17 de noviembre de 2007

LOS SIETE PASOS DE LA ALQUIMIA

DEEPAK CHOPRA




Los Siete Pasos de la Alquimia







En la época del rey Arturo no había otra búsqueda que despertase más pasión que la búsqueda del Santo Grial. Cada uno de los caballeros de Arturo soñaba con obtener ese esquivo trofeo que traería al rey la protección y la bendición de Dios. Era común encontrarse con caballeros que hacían penitencia para recibir una visión del grial, y los artistas competían entre sí para pintar una imagen de la Ultima Cena más espléndida que la anterior.

"Es casi imposible convencer a los mortales de que las aventuras no se emprenden en busca de cosas externas, por sagradas que sean", le había dicho Merlín a Arturo una vez. El rey recordaba esas palabras siempre que la fiebre del Grial alcanzaba su punto máximo, lo cual solía suceder durante los largos y oscuros meses de invierno, cuando los caballeros caían presa del aburrimiento y el desasosiego. Los más jóvenes, en particular, vivían impacientes por viajar a Tierra Santa o al castillo de Monsalvat o a cualquier otro lugar, mítico o real, donde pudiese estar guardado el Grial.

El rey se mantenía alejado de todo ese fervor. "Si desean ir…" decía arrastrando la voz.

"¿Qué? ¿No crees en el Grial?" Preguntó Sir Kay impetuosamente. Considerado hermano del rey desde antes de que Arturo retirara la espada de la piedra, Kay se tomaba libertades que nadie más se atrevía a tomar.

"¿Creer? Imagino que tendría que decir que sí", replicó quedamente Arturo, "pero no de la manera como tú piensas, no de la misma forma como tu crees".

Esa respuesta era demasiado sutil para Kay, quien se mordió los labios para no hacer una pregunta más insolente.
"¿Es real el Grial, mi señor?" Dijo Galahad en un tono mucho más suave.
"Preguntas como si creyeras que lo he visto", dijo Arturo.

"Yo no sé si creerlo", tartamudeó Galahad, "pero circulan rumores".

"¿Que clase de rumores?"

"Sobre Merlín. Se dice que él mismo trajo el Cáliz desde Tierra Santa, donde había permanecido oculto durante muchos siglos".

Arturo reflexionó sobre eso unos segundos y dijo: "Al igual que todos los rumores, hay una pizca de verdad en éste". Hubo un movimiento entre todos los presentes, porque era la primera vez que el rey admitía conexión alguna con el codiciado tesoro. Pero después Arturo guardó silencio.

Una noche al comienzo de la primavera, cuando el hielo despejaba los campos y los junquillos brotaban entre las rosas marchitas de Navidad, se veía una hoguera a gran distancia de los muros del castillo. Al rededor de ella estaban Sir Percival y Sir Galahad, quienes habían prometido partir juntos a un retiro santo. Era demasiado pronto para internarse en la espesura del bosque, donde las últimas nieves del
invierno todavía formaban montones sucios bajo la alfombra de los árboles, de tal manera que los caballeros oraban y ayunaban al abrigo de una pequeña tienda que se alcanzaba a ver desde la recámara del rey.
"Una vez pensé que mi sueño de conseguir el Grial era un capricho ocioso", comenzó Percival. "Todo caballero desea ser el primero entre campeones, pero durante años le di la espalda a mi deseo por considerarlo juguete de mi orgullo. Pero te digo, Galahad, que mi alma arde por esa cosa".

"El rey dice que no es una cosa", le recordó el joven.

"También dice que Merlín lo trajo a Inglaterra. Tú mismo lo escuchaste, ¿no es así?" La voz de Percival insinuaba un desafío y Galahad se limitó a asentir con la cabeza. "Algunas veces, la penitencia y la oración encienden más fuegos de los que se apagan", pensó. Galahad debía admitir ciertamente que compartía el deseo ardiente de Percival.

"Si hay alguien destinado a capturar el Grial, seguramente es uno de nosotros", dijo tirando al fuego unas ramas secas de avellano y observando cómo se avivaba. "Somos el único grupo de caballeros que vive verdaderamente para proteger la paz y no para asolar el país y sembrar el terror. No sé si mi corazón es lo suficientemente puro para alcanzar el Grial—no soy tan vanidoso o estúpido como para creer que ha de caer en mis manos—pero mi corazón continuará dolorido mientras no lo intente".

En ese momento escucharon el ruido de pasos que avanzaban sobre la delgada capa de hielo que todavía cubría el suelo de los alrededores. Se pusieron alerta, esperando que el extraño se identificara, cuando una voz ligeramente burlona dijo: "No teman y les ruego que me permitan pasar. Necesito el calor del fuego, si fueran tan amables de compartirlo".
Percival miró a Galahad y luego le habló a la oscuridad: "Vete y enciende tu propio fuego. Somos dos caballeros en retiro y no debemos entrar en contacto con las impurezas del mundo durante un tiempo". La respuesta fue una risa burlona.

"¿Que encienda mi propio fuego, dices? Entonces eso es lo que haré". No acababa de pronunciar esas palabras cuando Percival se paró de un salto al sentir que el suelo se encendía en llamas bajo sus pies. Galahad miró asombrado a su alrededor y se vio encerrado en un círculo de fuego que había brotado del corazón helado de la tierra. Antes de que pudiera proferir palabra, una figura alta, esbelta como un pino añoso, atravesó las llamas y se paró sobre ellas.

"Merlín", dijo Galahad, tratando de contener sus emociones. "¿Qué te trae por aquí después de tan larga ausencia?".

"No tu insolente amigo", replicó Merlín, mirando de reojo a Percival, quien hacía grandes esfuerzos por mantener el mínimo grado de dignidad que puede mostrar un hombre a quien se le quema la espalda.

"Siéntense, siéntense", dijo el mago. Percival sintió que el embarazoso dolor desaparecía y se sentó al lado de Galahad, al frente de Merlín.

Ninguno de los dos lo había visto jamás, pero la descripción de Arturo había sido perfectamente fiel, hasta en lo que tocaba a las viejas y raídas zapatillas de cuero negro.

"No se queden mirándome", dijo Merlín. "Estoy pensando".

"¿En qué?" Preguntó Percival.

"Y no me interrumpan", fue todo lo que respondió el mago. Al cabo de unos momentos se suavizó su expresión un tanto gélida. "Sí, creo que dices la verdad. Ahora el único problema es saber qué hacer con ella".

"¿La verdad sobre el Grial?" Preguntó Galahad. "Claro que deseamos emprender esa búsqueda". Merlín lo miró con aprobación. "Me reconociste sin necesidad de tontas presentaciones y ahora estás cerca de leerme la mente. Muy prometedor", dijo. Por su natural modestia, Galahad agachó los ojos esperando que Percival no le envidiara ese halago inesperado.

"Su rey habló acertadamente", dijo Merlín. "El Grial no es un objeto tras el cual puedan cabalgar como en la cacería del zorro. No está hecho de oro o gemas y, por lo tanto, de nada serviría acapararlo en secreto. Y poseerlo no confiere la bendición de Dios, como tampoco no poseerlo".

Percival, que se sentía cada vez más impaciente, finalmente interrumpió: "¿Cómo puedes decir eso? El Grial debe conferir la bendición de Dios".

Merlín lo calló con una mirada severa. "Mi querido zoquete, si todo este mundo es creación de Dios, ¿cómo podría una parte de él, por distante, pequeña o insignificante que fuera, ser menos bendita que otra?".

"Pero el Grial existe, ¿no es así?" Preguntó Galahad. "El rey nos dijo que tú lo proteges".

Merlín asintió. "Protejo lo que no necesita protección, fomento la búsqueda que no conduce a ninguna parte y, al final, estaré ahí cuando ustedes encuentren el Grial, aunque no nos verán ni a él ni a mí". Merlín se veía bastante alegre con su adivinanza y calmadamente sopló una bocanada de humo como si el tabaco ya se hubiera descubierto.

Percival se puso de pie súbitamente. "Bueno, si soy el zoquete aquí, permítanme dejarlos".

La actitud de Merlín se suavizó un poco. "Eres lo que eres, lo cual parece ser suficientemente bueno a los ojos de Dios y suficientemente extraño en este mundo sin esperanza", murmuró. "Toma tu lugar, por favor".

Todavía algo disgustado Percival aceptó la cortés invitación.

"No he venido a esta hoguera por casualidad. Estoy aquí para guiarlos hasta el Grial", declaró Merlín. "Hay una regla imposible de desobedecer; cuando el alumno está listo, el maestro aparece. Yo puedo enseñarles lo que desean saber. Mis observaciones iniciales no fueron groseras ni místicas. Sólo deseo que despejen sus mentes y se liberen de los sueños equivocados que puedan tener acerca del objeto de su búsqueda".

Con un movimiento de la mano, Merlín redujo el círculo de fuego a un resplandor mortecino, de tal manera que era casi imposible distinguir sus rasgos a la luz del rescoldo. Los dos caballeros lo veían como una sombra larga con una corona de cabello blanco iluminado por la Luna.

"La búsqueda cuyo trofeo es el Grial no es una aventura de aquéllas que los caballeros ignorantes anhelan emprender. Es una travesía interior, una aventura de transformación. ¿Los dos han oído hablar de eso que llaman alquimia?" Recortados como sombras contra una oscuridad todavía mayor, Percival y Galahad asintieron. "La alquimia es el arte de la transformación", continuó Merlín, "y sólo cuando se han completado sus siete pasos es posible obtener el Grial".

"¿Siete pasos?" Preguntó Percival. "Entonces, después de todo el Grial sí es de oro, porque sé que los alquimistas…"

"Tonterías y basura. Sabes muy poco o nada sobre ese arte y, no obstante, lo has practicado desde el día en que naciste", replicó Merlín.

"Cada bebé nace alquimista y después pierde su arte, sólo para recuperarlo posteriormente". Percival finalmente se dio cuenta de que el mago continuaría con las adivinanzas si él insistía en dudar de su palabra; por lo tanto, optó sabiamente por sentarse y escuchar.

"El más grande desperdicio en la existencia", continuó Merlín, "es el desperdicio del espíritu. Cada uno de ustedes los mortales vino al mundo para buscar el Grial. Ninguno nace con más privilegios que los demás; el mago sabe que todos han sido creados para llegar a la libertad y a la realización".

"¿Acaso no soy libre ya?" Preguntó Percival.

"En el sentido más elemental, sí, puesto que no eres prisionero; pero me refiero a una libertad más profunda: la capacidad para hacer cualquier cosa que desees cuando lo desees", replicó Merlín. "Y hay niveles todavía más profundos. Debes admitir que eres cautivo de tu pasado—tus recuerdos crean el condicionamiento que literalmente maneja tu vida. Si estuvieras libre del pasado, podrías entrar en un ámbito de posibilidades infinitas, y romper la barrera de lo conocido en cada momento. El Grial es solamente la promesa visible de que esa perfección existe. ¿Me comprendes?".

Ahora que había entrado en materia, el mago no esperó la señal de asentimiento. "He dicho que en el camino hacia la libertad y la realización hay siete pasos de alquimia. El primero comienza con el nacimiento, otros pocos se cumplen durante la infancia, y los demás quedan en las manos de cada uno. Dentro del plan divino, ustedes siempre están protegidos, pero a medida que crecen su voluntad y deseo propio aumentan. Cuando nacieron eran lo suficientemente puros para tomar el Grial, pero demasiado ignorantes para conocer su existencia.

Como adultos conocen la meta, pero ya han cerrado el camino para llegar a ella. La concesión del libre albedrío fue lo que los llevó a perder el Grial, pero al mismo tiempo constituye el medio para recuperarlo al final".

Temiendo las constantes objeciones de Percival, Galahad se apresuró a intervenir: "¿Querrías enseñamos los siete pasos?". Merlín permitió que una sonrisa leve de reconocimiento se dibujara en sus labios antes de acceder a la petición.

PRIMER PASO
LA INOCENCIA

"Ustedes nacieron en estado de inocencia. De todos los ingredientes empleados por los alquimistas, éste es el más importante. Un recién nacido no cuestiona su existencia; vive en la aceptación de sí mismo, en la confianza y el amor. No escucha todavía la voz insistente de la duda".

"Al mirar los ojos de un bebé, vemos en ellos muy poca individualidad. La pregunta de ¿Quién soy?, carece de significado para el infante. Lo que brilla a través de sus ojos es la consciencia misma, la fuente de toda sabiduría. El bebé llega al mundo a partir de la fuente misma de la vida y se desprende de ella gradualmente. Durante un tiempo, permanece inmerso en la eternidad. No tiene noción del pasado o del futuro, sólo de un presente en desarrollo. Eso es lo que significa vivir en la eternidad, ¿porque qué es lo eterno sino el momento presente que se renueva a sí mismo constantemente? El bebé ya disfruta de la promesa misma del Grial—la vida eterna—porque vivir fuera del tiempo es el secreto de la inmortalidad".

"Si eso es cierto", dijo gravemente Galahad, "entonces, ¿porqué no somos todos inmortales desde el nacimiento?".

"A causa de las semillas y las tendencias", replicó Merlín. "Todos los bebés tienden a pasar del mundo eterno al mundo de las horas, los días y los años, del silencio del mundo interior a la actividad del mundo exterior, de la contemplación de sí mismos a la contemplación de todas las cosas fascinantes que los rodean. Basta con observar a un recién nacido durante sus primeras semanas de vida. Poco a poco fija su atención sobre este asombroso mundo nuevo en el cual se encuentra. Y así comienza la alquimia, la transformación constante que se esconderá bajo cada respiración durante los años por venir".

"Un bebé no es un ángel—su pureza dura poco. Por dentro, el bebé siente las primeras punzadas de la ira y el temor, la desconfianza y la duda. A medida que el bebé sale de su estado de inocencia, entra en un mundo más duro, de heridas y golpes. Surgen deseos que no satisface inmediatamente; experimenta el dolor por primera vez".

"Ustedes los mortales llaman a esto la pérdida de la gracia, pero se equivocan. La gracia opera en cada paso de la existencia humana, aunque no lo reconozcan debido a su limitada percepción".

"¿En qué se parece esta triste historia a la alquimia?" Preguntó Percival, roído todavía por la duda.

"En que a toda hora está en funcionamiento una magia oculta", dijo Merlín. "El bebé realmente no pierde su inocencia original a medida que crece. Lo que sucede es algo todavía más misterioso. La inocencia permanece intacta en un estado de pureza e integridad que ustedes sencillamente olvidan. Ahora viven en fragmentos. Para ustedes, el mundo es limitado; su identidad está encerrada entre las experiencias individuales y los recuerdos acumulados".

"Al olvidar la unidad aparentemente perdieron de vista lo que son, pero eso es una ilusión. Aunque no actúan o sienten como recién nacidos, la esencia permanece. De hecho, la integridad no se puede fragmentar; la falsedad no puede dañar a la verdad. La pérdida de la inocencia fue un suceso real que, al mismo tiempo, carece de realidad. Las fuerzas de la alquimia operan detrás de lo que ustedes pueden ver, oír o tocar".

"¿Cómo puedo saber que la inocencia está realmente allí?" Preguntó Galahad.

"Si deseas entrar en contacto con la inocencia que vive dentro de ti, toma nota de las características del infante: está alerta, es curioso, se maravilla, está seguro de que es deseado en esta tierra, siente que vive en la paz perfecta de la eternidad. Todos los bebés sienten estas cosas". 5

SEGUNDO PASO
EL NACIMIENTO DEL EGO


"El siguiente paso", prosiguió Merlín, "anuncia la entrada en escena del ego, el sentido del ‘yo’. Para que haya un ‘yo’ también debe existir un ‘tú’ o un ‘aquello’. El nacimiento del ego es el nacimiento de la dualidad.

Marca el principio de los contrarios y, por lo tanto, de la oposición.

Aunque cada nuevo paso de la alquimia hace tambalear al anterior y pone el mundo al revés, esta revolución es quizás la más espantosa. Han dejado de ser dioses".

"Imaginen un ser que se siente omnipotente en su mundo. A donde quiera que mira encuentra el reflejo de sí mismo. De pronto, comienza a ver a las personas y a las cosas como creaciones separadas. Ninguno de ustedes recuerda este suceso aterrador porque ocurrió en la primera infancia, sin embargo, fue un cambio estremecedor, casi como un nuevo nacimiento. Eran felices como dioses y nacieron a la mortalidad".

"También fue un nacimiento al dolor", dilo Percival. "¿Era absolutamente necesario este paso?".

"Ah, claro que sí. Ya les dije, las semillas y las tendencias. Cuando la curiosidad del bebé lo lleva a fijar su atención afuera de sí mismo, ¿qué es lo que ve?. Primero, el rostro de su madre. De acuerdo con el plan de la naturaleza, el bebé responde automáticamente a su madre como a una fuente de amor y alimento. Pero es una fuente externa a sí mismo. He ahí la trampa, porque por perfecto que sea el amor materno, no es amor propio y, durante muchos años, ustedes suspirarán por la pérdida del amor perfecto, sólo para darse cuenta de que el objeto de su nostalgia es el amor por ustedes mismos antes de que los demás aparecieran en escena".

"Al principio, no había separación. Cuando el bebé tocaba el ceño de la madre o su cuna, o la pared, sentía que todas esas cosas eran una sola sensación continua sin divisiones. Sin embargo, al poco tiempo todos los bebés se dan cuenta que hay algo más aparte de ellos mismos: el mundo exterior. El ego dice: ‘Éste soy yo, ése no soy yo’. Y gradualmente comienza a identificar algunas cosas con su ‘yo’—su mamá, sus juguetes, su hambre, su dolor, su cama. Tan pronto como emergen las preferencias se perfila todo un mundo que no es ‘él’—no es su mamá, no son sus juguetes, y así sucesivamente".

"No puedo recordar ese nacimiento como tú lo llamas", dijo Percival. "Pero si lo que dices es cierto, entonces fue en ese momento cuando comenzó la búsqueda del Grial ¿Dónde más podría comenzar sino en la separación?".

"Sí. Mientras ustedes los mortales se sentían divinos, no había necesidad de salir a recuperar la bendición de Dios", coincidió Merlín. "Pero en la separación comenzaron a buscarse a sí mismos en los objetos y los sucesos. Perdieron la capacidad de verse a sí mismos como la fuente verdadera de todo lo que es. Para el bebé no era equivocado sentirse la fuente de la vida. Pero a medida que comienza a explorar el mundo exterior y a fascinarse por sus objetos, liga su felicidad a ellos. Esto es lo que denominamos referencia al objeto, la cual reemplaza la autorreferencia presente en el bebé".

"¿Y este paso no se pierde también a medida que el niño continúa avanzando?" Preguntó Galahad.

"Nada se pierde nunca. El nacimiento del ego dio lugar a aspectos que todavía pueden percibir en ustedes mismos: el temor al abandono, la necesidad de aprobación, la necesidad de poseer, la angustia ante la separación, la preocupación por sí mismos, la autocompasión.

Desarrollaron adicción por el mundo y continúan siendo adictos, porque ya no pudieron sentir la plenitud de la misma manera simple como la siente un bebé. Pero no se desesperen, porque bajo esos cambios había una fuerza más profunda en funcionamiento".

TERCER PASO
EL NACIMIENTO DEL REALIZADOR


"Una vez que ustedes los mortales tienen ego", continuó Merlín, "tienen un mundo ‘allá afuera’ y surge una nueva tendencia: la necesidad de salir al mundo y realizar cosas. Las primeras señales de este cambio son primitivas. El bebé desea agarrar y sostener las cosas; desea explorar por si solo, pero siempre asegurándose de que su madre esté cerca. No tarda en querer caminar y comienza a protestar si la madre no se lo permite.

Este deseo de escapar y andar es tímido al principio. Pero con el tiempo, el mismo bebé que anhelaba estar protegido en el regazo de la madre, grita para que lo suelten. Éste es un instinto sano, porque el ego sabe que lo desconocido es la fuente del temor. Si el bebé no se desprendiera para conquistar el mundo, crecería temiéndole cada vez más".

"Cada vez nos apartamos más de la sensación de paz, unidad y confianza con la cual nacieron. El ego comienza a dominar al espíritu. Cuando el bebé entra dentro de sí para sentir lo que hay allí, ya no encuentra consciencia pura sino un remolino de recuerdos. Las experiencias se tornan personales y no vuelven a ser compartidas nunca más".

"Otra historia triste", se lamentó Percival.

"Así sería si terminara ahí", dijo Merlín. "Pero el nacimiento del realizador les trajo confianza y un sentido de individualidad. Este mundo de objetos y sucesos tiene como fin una sola cosa: convertirlos en individuos. Para eso se necesita el ego, por lo menos para el camino que ustedes los mortales han escogido".

"No todos son realizadores. ¿Es este un paso necesario?" Preguntó Galahad.

"No todo el mundo adora el éxito o se identifica con el dinero, el trabajo o la posición", dijo Merlín. "Pero el impulso del realizador es más simple, más elemental. Es la marca del ego en acción, demostrándose a sí mismo que la separación es tolerable. En efecto, el nacimiento del realizador hace que este mundo sea alegre, lleno de cosas para hacer y aprender. En algunas personas, el realizador dura mucho tiempo. La sed de fama y fortuna se imponen sobre el verdadero propósito de la búsqueda. Pero Dios permite el libre albedrío total y si la persona decide que el mundo de ‘allá afuera' es más importante que ella misma, lo más natural es que sienta la necesidad de alcanzar la fama y la fortuna".

"A los ojos del mago el ego no ofrece posibilidad alguna de realización. Es controlador e implacable. ‘Escúchame’, dice, ‘y toma todo lo que puedas para ti mismo. Así encontrarás la felicidad’. Todos ustedes los mortales siguen ese consejo durante un tiempo. Y tampoco hay nada de malo en ello desde el punto de vista de Dios, porque Su confianza en el libre albedrío es el camino más acertado".

"Prácticamente no tengo que decirles que ese tercer paso permanece con ustedes, porque mientras haya ego, estará presente el realizador. El realizador jamás colma su apetito. Después de todo, no hay limite a las experiencias que se pueden amasar; el mundo es infinito en su diversidad. Pero a medida que el ego crece, sofoca el espíritu bajo capas de cosas—dinero, poder, imagen—hasta que una voz pequeñita comienza a preguntar: ‘¿Dónde está el amor" ¿Dónde está el ser?’. En ese momento está cerca el cuarto paso, otro nacimiento más".

CUARTO PASO
EL NACIMIENTO DEL DADOR

"Con el tiempo, el ego se encuentra con una nueva noción", agregó Merlín. "Que la felicidad no está solamente en tomar, sino también en dar. El descubrimiento es trascendental, por que libera al ego de muchos tipos de temor. Del temor al aislamiento, el cual conduce necesariamente el egoísmo total. Del temor a perder, el cual surge porque es imposible aferrarse a todo para siempre. Del temor a los enemigos, que desean despojarlo".

"Al convertirse en dador, el ego no tiene por qué vivir con esos temores, por lo menos no en la misma medida que antes. Ha resuelto un problema persistente. Pero hay algo más profundo que está en funcionamiento al mismo tiempo. El dar conecta a dos personas, al dador y al receptor. De esta conexión brota un nuevo sentido de pertenencia, no la pertenencia pasiva del bebé que pertenece automáticamente a la madre, sino la pertenencia activa de alguien que ha aprendido a crear felicidad".

"Dar es crear. También modifica completamente la perspectiva del ego. Antes de nacer el dador, lo más importante era protegerse contra la pérdida. Eso significaba la pérdida del dinero y las posesiones, pero también de la imagen de sí mismo, de su importancia. Ahora la persona se desprende libremente de algo, pero no lo siente como una pérdida. El ego, por el contrario, siente placer. Y qué asombroso, porque el placer de tomar nunca fue como este nuevo placer".

Galahad estaba pensativo. "El amor ha entrado en el corazón. De ahí la diferencia".

"Sí", dijo Merlín. "Mientras el ego persigue su interés egoísta, no siente amor. Puede sentir un placer intenso o satisfacción propia o apego. En ocasiones se les llama amor a esos sentimientos, pero la verdadera naturaleza del amor es desprendida y se necesita un acto de desprendimiento para sacar a flote el amor. El dar no se limita a dar dinero o cosas a otra persona. También está el servicio, el darse uno mismo y la devoción, el acto de dar amor en su forma pura".

"Por todas estas razones, el nacimiento del dador se siente como algo fresco y liberador. Aunque el ego continúa dominando, ha comenzado a mirar afuera de sí mismo. La mayoría de las personas aprenden el placer de dar en la infancia; la mayoría de los padres enseñan a sus hijos a compartir con otros niños. Sin embargo, el verdadero nacimiento del dador se produce mucho más tarde. Mientras la persona dé porque así se lo han pedido o porque cree que es lo correcto, no sentirá el placer profundo de dar. El dar debe ser espontáneo, nacido de la noción de que ‘Esto es lo que deseo hacer’ y no ‘Esto es lo que debo hacer’.

"¿Es señal de que el ego está muriendo cuando comenzamos a dar?"

Preguntó Percival.

Merlín arrugó el ceño. "En la alquimia no hay muerte. No hay necesidad de que nada muera para llegar al Grial. Esta vieja noción de la muerte del ego parte del supuesto de que Dios juzga negativamente algunas de las cosas del ser humano".

"Pero acabas de decir que el ego es controlador e implacable", objetó Percival. "¿Es eso parte del plan de Dios para nosotros?".

"El plan de Dios es que ustedes se encuentren a ustedes mismos", dijo Merlín. "No están destinados a llegar simplemente a una meta fija. Si desean explorar cómo es el egoísmo, o la ignorancia, o el instinto asesino o la carencia total de fe, Dios permite todas esas experiencias. ¿Por qué no habría de hacerlo? Puesto que no son juzgados, ninguna de sus actuaciones es buena o mala a los ojos de Dios".

"Pero eso es espantoso", dijo Galahad. "¿Estás diciendo que un asesino y un santo son iguales?".

"Son iguales si el pecador y el santo son sólo máscaras tras las cuales se ocultan las personas", replicó Merlín. "El santo en esta vida puede ser el pecador en otra, y quien peca hoy puede estar aprendiendo a ser un santo mañana. Todos esos papeles son ilusiones a los ojos de Dios. No estoy diciendo que deban obligarse a ver las cosas de esta forma. Pero me solicitaron orientación y estoy aquí para mostrarles lo que les espera en el camino".

QUINTO PASO
EL NACIMIENTO DEL BUSCADOR


"Durante mucho tiempo, el ego ha hecho lo que ha querido", continuó Merlín. "La pregunta ¿Qué es lo mejor para mí?, ha predominado por encima de todas las consideraciones; el estrecho punto de vista individual ha sido el único con visos reales. Eso es apenas natural. Como dije, este mundo relativo tiene un propósito, a saber: enseñarles a convertirse en individuos. Pero la individualidad con el tiempo comienza a abrirse y a ampliar sus horizontes. Podríamos predecir que, dado el libre albedrío, los seres humanos se limitarían a regodearse en un egoísmo cada vez mayor. Si el ego implacable y controlador tuviera la última palabra, quizás ése seria el destino de los hombres; pero la alquimia funciona invisiblemente, en los pasajes recónditos del alma".

"Con el tiempo, el dador da el siguiente paso para convertirse en buscador. En esta fase, las preocupaciones tradicionales y conocidas del ego se dejan de lado. El sentido del ‘yo’ comienza a crecer. Ahora la persona ansía tener experiencias espirituales, y percibe una fuente de amor y realización que ni siquiera el amor más intenso de otra persona le puede dar. Nuevamente, este giro produce un choque. En su mejor versión, el dador es un filántropo. Comenzó dando solamente a su familia y amigos, luego a las obras de caridad y a la comunidad, pero al final su espíritu de dar sólo se puede satisfacer cuando beneficia a toda la humanidad".

"Pero, ¿realmente puede uno dar algo de uno mismo a todos los seres del mundo? Esta pregunta nos trae al límite de la individualidad; es una pregunta que sólo un santo puede responder. Por lo tanto, es natural que la etapa de dar genere preguntas que no se pueden responder, preparando así el terreno para un nuevo nacimiento. El dador que deseaba abrazar al mundo descubre que éste ya no es fuente de realización. Las cosas que una vez le produjeron placer comienzan a parecer sosas; en particular, la necesidad del ego de recibir aprobación y de sentirse importante ya no engendra satisfacción. Surge la sed de ver el rostro de Dios, de vivir en la luz, de explorar el silencio de la consciencia pura—el impulso del buscador puede asumir muchas formas".

"Sin embargo, todos los buscadores comparten el sentimiento de que el mundo material no es quizás el sitio donde pueden realizar sus deseos.

¿Por qué sucede esto? ¿Acaso no está Dios en todas partes, no está el espíritu en el grano más pequeño de arena? Sí y no. Dios puede estar en todas partes, pero eso de nada sirve si no se puede ver dónde está. El buscador busca a fin de ver".

"Creo que ésta es la etapa en la cual comienza la búsqueda del Grial", dijo Galahad.

"En efecto, para algunos mortales ésta es la etapa en la cual el Grial se vuelve el símbolo de una necesidad interior profunda", replicó Merlín, "pero cada etapa ha sido una búsqueda, hasta la pérdida de la inocencia. Ustedes los mortales están obsesionados con dividir la realidad en bueno y malo, santo y pecaminoso, divino y no divino, cuando en realidad la vida es una corriente divina. Un solo impulso, el impulso de poseer el conocimiento completo y la realización completa, es el que empuja la vida hacia delante".

"Pero tienes razón en un sentido. Con el nacimiento del buscador podemos dar por primera vez un nombre a un deseo que ha permanecido anónimo hasta ahora. Trátese de Dios, el Grial, un Ser divino o un espíritu, no importa. Todos apuntan hacia una nueva necesidad profunda de escapar de los límites impuestos por el tiempo y el espacio. La esencia del ser humano no tiene fronteras. Ustedes nacieron a una vida universal. El mundo parece estar limitado por el tiempo y el espacio, pero eso es sólo apariencia".

"¿Por qué debemos dejarnos engañar por las apariencias?" Preguntó Percival.

"El universo no les oculta nada", replicó Merlín. "No hay engaño. La apariencia de limitación se produce porque este mundo es una escuela o campo de entrenamiento. Y la regla fundamental aquí es que tal como se vean a ustedes mismos, así verán al mundo. Si ustedes se consideran inferiores o indignos, ese solo juicio mantendrá a Dios apartado de ustedes. Podrán decir que desean a Dios, pero al mismo tiempo mantendrán esos juicios en su contra".

"Entonces Dios permanece alejado", musitó Galahad con tristeza. "Y la búsqueda del Grial no termina jamás".

Merlín lo miró con simpatía. "El espíritu no podría mantenerse apartado aunque ustedes lo desearan, porque todo es espíritu. No hay sitios secretos donde él no habite. En lo que a Él concierne, no hay nada de malo en ustedes".

"Déjenme hablarles más acerca del buscador, porque ésta es la etapa de la alquimia que atrae al mago hacia ustedes y también es la etapa para la cual los mortales están menos preparados. Desde que eran lactantes, ustedes han deseado cada vez más cosas. El buscador es simplemente aquel cuyos deseos se han
ampliado hasta el punto de no estar satisfecho sino hasta que se encuentre frente a frente con Dios. Este deseo no es más ‘elevado' que el de querer juguetes o dinero o fama o amor. Los juguetes, el dinero, la fama y el amor eran el rostro de Dios cuando eran lo más importante para ustedes. Cualquier cosa que en su opinión pueda traerles la paz y la realización es su versión de Dios. Sin embargo, a medida que maduran de una fase a la otra, se acercan más a la verdadera meta; su imagen de Dios se hace cada vez más verdadera, más cercana a Su naturaleza de espíritu puro. Pero en cada paso hay divinidad".

"¿Estás diciendo que cualquiera que desee robar o asesinar está siguiendo un impulso divino? Después de todo, esos también son deseos", anotó Percival.

"El amor es universal y, por lo tanto, no toma partido", replicó Merlín.

"Es probable que al ego no le agrade este hecho y diga, ‘Merezco el amor de Dios pero esa persona que está allá no’. Dios no ve las cosas así. El ladrón provoca la pérdida de los bienes; el asesino provoca la pérdida de la vida. Mientras esas pérdidas sean reales para ustedes, entonces obviamente condenarán a la persona responsable de causarlas. Pero, ¿acaso el tiempo mismo no acabará por desposeerlos de sus bienes y de la vida al final? ¿También el tiempo es un delincuente? Hay un punto de vista desde el cual el pecado es una ilusión. Nada de lo que ustedes llaman pecado puede mancillar en lo más mínimo el amor de Dios".

"¿Obtienen automáticamente los buscadores las visiones y experiencias que desean?" Preguntó Galahad.

"Cada cual recibe la versión de lo divino que concibe en su mente. Algunos ven a Dios en visiones, otros en una flor. Hay muchas clases de buscadores. Algunos necesitan actos milagrosos de intervención y redención, otros siguen una fuerza invisible que habla a través de los sucesos más corrientes. El buscador sencillamente está motivado por la sed de una realidad superior. Eso no significa que la etapa anterior de dar desaparezca. Pero ahora el dar sucede sin motivación egoísta, ahora brota de la compasión".

"Por primera vez se pone en tela de juicio la opinión de que el ego es todopoderoso y lo sabe todo. Por lo tanto, el nacimiento del buscador puede ser tremendamente turbulento. Imagínense como un coche tirado por caballos. Durante la mayor parte del tiempo no hay cochero y los caballos han llegado a creerse dueños del coche. Entonces llega el día en que una voz suave, salida del interior del coche, susurra: ‘Deténganse’.

Al principio, los caballos no oyen la voz, pero esta repite: ‘Deténganse’.

Sin poder dar crédito a sus oídos, los caballos galopan con mayor velocidad, sólo para demostrar que no tienen amo. La voz interior no utiliza la fuerza; no protesta. Solamente continúa repitiendo: ‘Deténganse’.

"Eso es lo que sucede dentro de ustedes. El coche es su yo, los caballos son el ego, la voz que sale de adentro es el espíritu. Cuando el espíritu se anuncia en escena, al principio el ego no escucha porque está seguro de su poder absoluto. Pero el espíritu no emplea el tipo de poder al cual está acostumbrado el ego. El ego está habituado a rechazar, a juzgar, a separar y a tomar lo que considera que le pertenece. El espíritu es sencillamente la voz suave del Ser, afirmando lo que es. Con el nacimiento del buscador, ésa es la voz que comienza a dejarse oír. Pero deben estar preparados para la reacción violenta del ego, el cual no está dispuesto a renunciar a su poder sin dar batalla".

"¿Cómo puede terminar esa batalla si el espíritu no tiene poder?"
Preguntó Percival.

"Dije que el espíritu no utiliza el poder al cual está acostumbrado el ego. Con el tiempo aprenderás que el espíritu no es otra cosa que poder, un poder de infinito alcance. Es un poder organizador que mantiene en perfecto equilibrio a todos y cada uno de los átomos del universo. Comparado con él, el poder del ego es absurdamente limitado y trivial. Sin embargo, este conocimiento llega únicamente tras renunciar a la necesidad del ego de controlar, predecir y defender. Su poder se limita a esas tres cosas. Si su ego pudiese renunciar a ellas de una vez, no habría necesidad de pasos ulteriores en el camino del crecimiento; el nacimiento del buscador seria suficiente".

"Pero las cosas no suceden así. La voz del espíritu anuncia que hay una realidad superior. Ascender a ella es otra cuestión".

"Yo creo que los buscadores deben ser escasos, considerando cuán dura es la lucha", dijo Galahad. "Muchos deben fracasar y perder la esperanza ¿Es esa la razón por la cual nacen tan pocas personas destinadas a alcanzar el Grial?".

"Todos nacen para alcanzar el Grial", le recordó Merlín. "La razón por la cual los buscadores parecen escasos es principalmente cuestión de apariencias sociales. La búsqueda es una experiencia completamente interior. No es posible saber quién busca y quién no busca, con sólo mirar las señales externas. La sociedad no otorga distinciones o premios especiales al buscador; éste puede retirarse y dejar atrás a la sociedad, o puede continuar ocupando una posición distinguida".

"¿Cómo puede una persona reconocerse como buscadora?" Preguntó Percival.

"Las marcas internas del buscador son las siguientes: el impulso de dar brota de un amor desinteresado y de la compasión, sin desear nada a cambio, ni siquiera gratitud; la intuición se convierte en una guía digna de confianza para la acción, reemplazando a la racionalidad pura; se vislumbra un
mundo nunca visto como la realidad superior; aparecen insinuaciones de Dios y de inmortalidad. Estas señales llegan acompañadas de un goce mayor de la soledad, de una mayor confianza en uno mismo independientemente de la aprobación de la sociedad, de indicios del Ser y de la disposición a confiar. Los patrones adictivos comienzan a desaparecer. La meditación y la oración se vuelven parte de la vida cotidiana. Sin embargo, a medida que todas esas manifestaciones alejan a la persona del mundo material, ésta comienza a encontrar, paradójicamente, una conexión más profunda con la naturaleza, más comodidad con su cuerpo y mayor aceptación de los demás. Esto se debe a que el espíritu no es el contrario de la materia. El espíritu lo es todo y la aparición de éste en su vida mejorará las cosas, incluso aquéllas que parecen contrarías".

SEXTO PASO
EL NACIMIENTO DEL VIDENTE

"Les dije", continuó Merlín, "que la motivación del buscador era poder ver, y eso es algo que llega pronto. El sexto paso, el nacimiento del vidente, está justo debajo de la superficie de todo buscador. La búsqueda no entraña satisfacción en sí misma; la vida sería estéril y frustrante si todos tuvieran que buscar sin encontrar nada. Por fortuna, en el plan divino todas las preguntas traen sus respuestas, todas las metas acaban por encontrarse en su fuente. Una vez que se pregunten verdaderamente dónde está Dios, ¿verán la respuesta?.

"No quisiera engañarlos con esto. El nacimiento del vidente es tan revolucionario como cualquiera de los pasos anteriores. Marca el final del ego, el final de toda identificación externa. Imaginen sus vidas como un cuadro en movimiento proyectado sobre una tela blanca. Mientras están dominados por el ego, ustedes fijan su atención en las figuras en movimiento, las cuales ven como reales. Cuando aparece en escena el buscador, comienzan a percibir la irrealidad de las figuras. Pero con el nacimiento del vidente, se dan la vuelta para mirar la luz. Ahora ven la imagen de ustedes mismos como realmente es: una proyección débil hecha real por la aguda necesidad del ego de dar importancia a la mente y el cuerpo atrapados en el tiempo".

"El vidente ve más allá de esa motivación y ya no le cree. En lugar de verse a sí mismo como un hogar de carne y hueso para el espíritu—un fantasma dentro de una máquina—, se da cuenta de que todo es espíritu. El cuerpo es espíritu entretejido en una forma que los sentidos pueden ver, sentir y oler; la mente es espíritu en una forma que se puede oír y comprender. El espíritu mismo, en su forma pura, no es ninguna de estas dos y se percibe únicamente a través de una intuición agudizada.

Han oído la frase: ‘Quienes Lo conocen no hablan de Él; quienes hablan de Él no Lo conocen’. Ese es el misterio del espíritu".

"Pero, ¿acaso no estás hablando de Él ahora mismo?" Inquirió Galahad, confundido.

"No en la forma como ustedes creen. Cuando hablo de una piedra, ustedes la pueden ver y tocar. Cuando hablo del espíritu, estoy apuntando a un mundo invisible. Desde ese mundo vuelan hacia nosotros flechas de luz para encender nuestras almas, pero no podemos devolver flechas de pensamiento".

"Eso suena muy misterioso", murmuró Percival.

"Una rosa sería misteriosa si solamente pudieran pensar en ella sin experimentarla jamás. El espíritu es una experiencia directa, pero trasciende este mundo. Es silencio puro que desborda potencial infinito. Cuando ustedes adquieren conocimiento sobre algo, adquieren conocimiento sobre una cosa; cuando adquieren conocimiento sobre el espíritu, se convierten en la sabiduría misma. Todos los interrogantes desaparecen porque se encuentran en el seno mismo de la realidad, donde todo sencillamente es. Cuando la mirada del buscador cae sobre algo, sencillamente lo acepta como es, sin juzgar. No existe la necesidad del ego de tomar, o poseer o destruir. Ante la ausencia del temor, esas motivaciones no se presentan porque la necesidad de poseer emana de la carencia. Cuando no hay carencias para llenar, el simple hecho de estar aquí en este mundo, en su cuerpo, es la meta espiritual más elevada que podrían alcanzar".

Esta parte del discurso de Merlín tuvo un impacto grande en Percival y Galahad. Habían seguido con atención los primeros pasos, pero el ego, el realizador y el dador ya les eran conocidos. Cuando el mago les habló del buscador, los dos caballeros se vieron a sí mismos como eran en ese momento. Sin embargo, el vidente los llenó de sobrecogimiento, como si fueran exploradores que alcanzaban la cima de una montaña y miraban un nuevo horizonte anhelado de tiempo atrás pero nunca antes experimentado.

"Deseo ser ese vidente del que hablas", dijo fervientemente Galahad.
Merlín asintió. "Eso significa que estás listo. Para el mago hay solamente tres clases de personas: las que aún no han experimentado el Ser puro, las que ya lo han probado, y las que lo han explorado completamente. Tú ya has probado y deseas explorar. Para ti, este mundo comenzará a desaparecer como algo sólido para fundirse en la luz abrasadora de Ser.

En una tierra lejana llamada India, dicen que la vida corriente palidece ante Dios, como una vela que parecía brillante en la oscuridad pero se torna invisible ante el Sol del medio día". Merlín se dirigió entonces a Percival. "Y a ti también te incluyo en esta etapa, sin importar la manera como crees que te juzgué".

Percival se sonrojó y luego tartamudeó: "¿Cómo será esa nueva vida?".

"Como siempre, se sentirá como un nuevo nacimiento. El vidente se diferencia del buscador en que ya no tiene que tomar decisiones y escoger. El buscador todavía está inmerso en la ilusión en la medida en que va por ahí diciendo: ‘Aquí está Dios, aquí no está Dios’. El vidente, por su parte, ve a Dios en la vida misma. La larga lucha interior ha terminado por fin y el guerrero puede dejar atrás sus fatigas. En lugar de la lucha experimenta que todos sus deseos se cumplen con naturalidad y sin esfuerzo. No hay señales externas que nos permitan reconocer a los videntes, pero en su interior ellos se sienten abiertos y a gusto; permiten que los demás sean como son, lo cual es la forma más elevada del amor; no les ponen obstáculos a los demás y tampoco a los acontecimientos, y han renunciado a todo sentido del Yo".

SÉPTIMO PASO
EL ESPÍRITU


"Es difícil pensar que pueda haber una etapa superior de la vida", dijo Galahad al cabo de un momento, profundamente conmovido por la descripción del vidente.

"Ten cuidado con esa palabra superior", le advirtió Merlín. "El ego es el que tiene necesidad de lo superior y lo inferior. La meta de tu vida es la libertad y la realización. A la realización se llega únicamente al conocer a Dios tan completamente como Él se conoce a Sí mismo. Ustedes los mortales tienen una sed constante de milagros, pero yo les digo que el milagro más grande son ustedes, porque Dios les ha dotado de esa capacidad única de identificarse con Su naturaleza. Una rosa perfecta no siente que es una rosa; un ser humano realizado sabe lo que significa ser divino".

"¿Es posible describir ese estado?" Preguntó Percival.

"Es el séptimo y último paso de la alquimia, el espíritu puro. Cuando llega, el vidente se da cuenta que lo que parecen ser la dicha y la realización totales todavía pueden ampliarse. Porque llegar a la presencia de Dios no es el final de la aventura sino el principio.

Comenzaron en la inocencia, y así terminarán. Pero esta vez la inocencia es diferente porque habrán adquirido el conocimiento pleno, mientras que cuando eran bebés, la inocencia era apenas un sentimiento".

"Cuando puedan verse como espíritu, dejarán de identificarse con este cuerpo y esta mente. Al mismo tiempo cesarán también los conceptos de nacimiento y muerte. Serán una célula en el cuerpo del universo, y ese cuerpo cósmico será tan íntimo como lo es ahora su cuerpo físico. Esto es lo más que puedo decirles acerca de la manera como se siente el mago, porque mago es sólo otra palabra para describir la séptima etapa".
"Comprendan esto: para el mago, el nacimiento no es otra cosa que la idea de tener un cuerpo, mientras que la muerte es apenas la idea de no tener ya ese cuerpo. Puesto que los magos no están sujetos a la ilusión del nacimiento, cualquier cuerpo que asumen es considerado un patrón de energía y cualquier mente un patrón de información. Estos patrones cambian eternamente; van y vienen. Pero el mago mismo está más allá del cambio. La mente y el cuerpo son como habitaciones en las que decide vivir, pero no todo el tiempo".

"No hay sentimiento o pensamiento que pueda aproximar este estado o traerlo hasta ustedes. El espíritu nace del silencio puro. El diálogo interno de la mente debe cesar y no reiniciarse nunca, porque ya no existe aquello que dio lugar al diálogo interno: la fragmentación del ser. Su ser estará unificado y, así como el bebé del principio, no sentirán duda, vergüenza o culpa. De la necesidad de dualidad del ego brotó un mundo de bien y mal, correcto e incorrecto, luz y sombra. Ahora verán que los contrarios están fusionados. Ese es el punto de vista de Dios, porque a donde quiera que mira se ve a Sí mismo".

"Si creen que esta meta es demasiado elevada o se encuentra demasiado lejos, les diré un secreto. Aunque crean que pasan por los siete pasos de la alquimia, todos estaban presentes desde el comienzo. En la inocencia estaba la totalidad de Dios, como lo está también en el ego, en el afán de realizar, en el dar o en la búsqueda. Lo único que cambia realmente es el foco de atención. En su ser están todos los aspectos del universo, tan completos y eternos como el universo mismo. Pero aun así, el nacimiento al espíritu es un suceso tremendo. A medida que madure la unidad, se familiarizarán cada vez más con la divinidad, hasta que finalmente podrán experimentar a Dios como un ser infinito que se mueve a velocidad infinita a través de dimensiones infinitas. Cuando llegue esa experiencia sobrecogedora, parecerá tan natural y simple como estar sentados aquí bajo las estrellas y, no obstante, ustedes serán cada una de esas estrellas titilantes".

Como suele suceder cuando los magos hablan, los dos caballeros se sintieron transportados al estado que Merlín les estaba describiendo. Galahad alzó los ojos al cielo y sintió como si súbitamente pudiera tocar las estrellas. Sintió el corazón invadido por una sensación de pertenecer verdaderamente al mundo. "Hemos llegado al hogar", susurró para sí mismo Percival.

"No se sientan abrumados", murmuró Merlín. "Sus sentimientos son muy intensos porque son nuevos. En realidad, éste es su estado natural. Ser uno con el cosmos, estar íntimamente ligados con la vida en todas sus formas, llegar a la unidad última con su propio Ser—ése es su destino, el final de su búsqueda".

"Al final llegaremos al principio", murmuró Galahad.

"Sí", dijo Merlín. "Cada uno de ustedes comienza con el amor, pasa por la lucha, la pasión y el sufrimiento, sólo para terminar nuevamente en el amor". La voz de Merlín se fue haciendo más suave a medida que el círculo de luz se iba desvaneciendo. "Ustedes los mortales tienen sed de milagros, les digo, y nada se les negará como hijos privilegiados del universo que son. El espíritu es el estado de lo milagroso, el cual se desenvolverá para ustedes en tres etapas".

"Primero, experimentarán milagros en el estado conocido como consciencia cósmica. Cada suceso material tendrá una causa espiritual. Cada acontecimiento local también estará teniendo lugar en el escenario del universo. Su más pequeño deseo hará que las fuerzas cósmicas operen para provocar su realización. Por maravilloso que eso parezca, no es un estado tan avanzado, porque mucho antes de llegar a la consciencia cósmica se habrán acostumbrado a que sus deseos se hagan realidad espontáneamente".

"Segundo, realizarán milagros en el estado denominado consciencia divina. Es el estado de la creatividad pura en el cual se funden con el poder de Dios, por el cual Él crea mundos y todo lo que sucede en ellos. Ese poder no se deriva de nada que haga Dios—es simplemente Su luz de consciencia. Verán la consciencia divina como un resplandor de oro que brilla a través de todo lo que sus ojos contemplen. El mundo se ilumina desde adentro y no quedan dudas que la materia es simplemente el espíritu manifiesto. En la consciencia divina se verán a sí mismos como lo creado, no el creador, como el dador de vida, no el receptor".

"Tercero, se convertirán en el milagro, en el estado denominado consciencia de la unidad. Ahora cualquier diferencia entre el creador y lo creado ha desaparecido. Su espíritu se fusiona con el espíritu de todo lo demás. Su retorno a la inocencia lo abarca todo porque, al igual que el bebé que toca la pared o la cuna y solamente se siente a sí mismo, verán cada acción como espíritu volcándonse en el espíritu. Vivirán en total sabiduría y confianza. Y aunque parecerá que todavía viven dentro de un cuerpo, éste será solamente un grano de Ser en las playas de ese océano infinito de Ser que son ustedes".

Los caballeros no tenían idea de cuanto tiempo había transcurrido desde que Merlín comenzara a hablar. Se sentían elevados a un espacio donde las esferas de Ser se abrían una tras otra como los pétalos de una flor. Y cuando la última se abrió pudieron ver en su interior un diamante casi translúcido rotando en el centro. "¿Qué es eso?" Quiso saber Galahad, pero no se atrevió a preguntar.

"He ahí el Grial", susurró Merlín. "El desarrollo de su búsqueda los ha llevado hasta una visión de la meta—el punto de luz pura, la esencia diamantina que alumbra dentro de su alma". Los dos caballeros se arrodillaron en el suelo gélido y oraron en sus corazones por la gracia de merecer la visión. "Vivan con devoción este momento", dijo Merlín. "Los he traído hasta aquí motivado por su deseo más profundo, pero ahora deberán conquistar ustedes mismos el verdadero Grial, no solamente su visión".

"¿El verdadero Grial?" Murmuró Percival. "¿Qué debemos buscar? ¿Esta misma imagen?".

"No esperen, no tengan expectativas", advirtió Merlín a medida que se desvanecía la visión del Grial. "El hombre busca símbolos, y los símbolos cambian de una era a otra. Pero lo que les he mostrado no es un símbolo sino la verdad. El Grial es el punto cristalino del Ser dentro de sus corazones. Sus facetas reflejan la luz, y a partir de esos tenues reflejos surgen todas las facultades de la mente y el cuerpo que ustedes perciben a través de sus sentidos. Como reflejos son reales, pero mucho más real es este diamante transparente de Ser puro".

De pronto, Merlín bostezó echando la cabeza hacia atrás como si fuera la sensación más deliciosa del mundo. Estiró los brazos y se puso de pie. La oscuridad era casi total después de extinguirse el fuego, pero Percival y Galahad podían sentir los ojos de Merlín fijos en ellos. Les dijo: "Un día recordaran esta noche y preguntarán: ‘¿Quién eres tú, Merlín?’ Desde más allá de los confines del tiempo, les responderé de este manera: Soy aquel que no necesita de milagros. Soy un mago y, para mí, estar aquí es suficiente milagro. ¿Qué podría ser más milagroso que la vida misma?".

El anciano desapareció con el último resplandor del fuego. Percival y Galahad permanecieron inmóviles, sin decir palabra. Estaban aún bajo el hechizo del discurso de Merlín, pero a medida que éste se desvanecía, temblaron lamentando su regreso a la tierra. Al caer el alba echaron a andar hacia el castillo. A la luz del nacimiento dorado del Sol, Percival vio al rey Arturo parado en la ventana de su recámara real; tenia su mirada fija en ellos.

"¿Crees que debamos contarle esto?" Preguntó Percival, señalando hacia el castillo.

Galahad sacudió la cabeza. "Estoy seguro de que el rey sabe lo sucedido; tuvo que haberle pasado a él o, de lo contrario, ¿por qué su renuencia a hablar del Grial? Pero te diré esto, hermano caballero. Desearía que Arturo comprendiera que estamos con él en la misma búsqueda que propone Merlín. Acordemos llamar a esta noche la noche de la cueva de cristal. El rey sabrá lo que queremos decir".

Y aunque no habían estado en cueva alguna sino bajo el manto del firmamento estrellado, Percival estuvo de acuerdo inmediatamente.




FIN

LA TRADICCION EGIPCIA A TRAVES DE LOS ALQUIMISTAS

- Alquimia -
La tradición egipcia a través de los alquimistas



El conocimiento hermético del que eran depositarios los
egipcios fue recogido por los hebreos; numerosos pasajes de la
Biblia, sobre todo el Pentateuco de Moisés, nos permiten
adivinarlo (1). Por otra parte, también los griegos se nutrieron de
la sabiduría egipcia, adecuándola a su civilización y a sus
divinidades y sirviendo de transmisores de sus misterios (2).
Más tarde, bebiendo indistintamente en las fuentes griegas y
en las egipcias, los sabios doctores del Islam volvieron a
actualizar y transmitieron de nuevo el conocimiento hermético.
Fue, finalmente, a través de estos tres, hebreos, griegos y
árabes, como llegó a tierras europeas, donde volvemos a
encontrarlo entre los alquimistas medievales, más o menos
intacto, hasta finales del siglo XVIII.
No es tampoco desdeñable, aunque no hablaremos ahora de
ello, el papel ejercido por algunos padres de la Iglesia en esta
misteriosa transmisión. Durante la Edad Media aparecerán una
serie de alquimistas cristianos que compararán la Gran Obra con
la vida de Cristo (3). Con todo, los elementos más importantes de
la filosofía hermética proceden en su mayoría, como veremos, de
los griegos y de los egipcios.
Varias leyendas egipcias y griegas nos refieren que toda una
serie de usos, enseñanzas y costumbres fueron transmitidos al
pueblo egipcio por Thot, dios que recibiría entre los griegos los
nombres de Hermes y de Mercurio (4). Dicho de otro modo, lo
que exotéricamente se entiende por tradición, nos narra la
leyenda que fue transmitido al pueblo egipcio por Thot-Hermes.
Alkandi (5) se refiere a él en estos términos «En tiempos de
Abraham vivía en Egipto Hermes o Idris segundo (6), que la paz
sea con él, y fue apodado Trismegisto, porque era poeta, rey y
filósofo.
Enseñó el Arte de los metales, la Alquimia, al Astrología, la
Magia, la Ciencia de los espíritus... », con ello vemos que Thot o
Hermes fue también el transmisor del esoterismo. Dom Pernety
afirma que se consideraba a Mercurio como el inventor de las
artes y de los caracteres jeroglíficos, porque Hermes los inventó a
propósito del mercurio filosófico, uno de los arcanos de la
Alquimia.
La helenización de Thot, Hermes Trismegisto, fue el Mercurio
de los romanos; éste estaba considerado como el padre de la
Alquimia, que ha tomado de él el nombre de «filosofía
hermética». Todos los alquimistas medievales estaban de acuerdo
en ello y se llamaban a sí mismos «filósofos herméticos», para
diferenciarse de los filósofos «profanos».
Entre los escritos de los filósofos herméticos, aquellos en los
que se hace alguna alusión directa a la mitología egipcia son muy
numerosos; resultaría poco menos que imposible citarlos a todos.
Muchos de ellos no han sido traducidos nunca ni del latín ni del
griego originales, y bastantes se conservan únicamente en forma
de manuscrito.
Entre los autores a los que hemos recurrido en el presente
trabajo, señalaremos cuatro, que nos parecen los más
representativos: MICHAEL MAIER, médico y alquimista alemán
del s. XVII, prolífico escritor: DOM ANTOINE PERNETY,
benedictino de la congregación de St. Maure, autor de un
Diccionario Mito-Hermético (s. XVIII) de obligada referencia;
SAINT BAQUE de BUFOR, filósofo desconocido, del s. XVIII,
probablemente relacionado con Pernety o con el círculo hermético
que éste presidía (7), y un filósofo anónimo que se ocultaba bajo
el anagrama de FILOVITA o URANICUS, autor de una Instrucción
introductoria a una de las obras de Esprit Gobineau de
Montluisant.
Algún lector se extrañará al ver relacionado algo como la
alquimia europea con la antigua mitología egipcia; las pocas ideas
que normalmente tenemos sobre ésta, proceden de nuestra
educación escolar donde más que comprender lo que hacíamos
era aprender. Como ocurría con la interminable lista de reyes
godos, memorizábamos nombres de dioses, de diosas y de
personajes mitológicos, pero no nos enterábamos ni de su
simbolismo ni de su sentido profundo; dicho de otro modo: no
sabíamos a qué se referían y, lo que sin duda es peor, no
sabíamos que en el fondo eran símbolos y no mitos ni personajes
reales de carne y hueso.
Para los verdaderos alquimistas no existía este problema,
todo lo que los dioses y las fábulas egipcias representaban ya era
conocido por ellos, y no les era difícil reconocer los principios y
operaciones de su arte en las leyendas que nos han transmitido
Plutarco, Diodoro de Sicilia o Porfirio.
Comentando el texto que aparecía en una columna egipcia,
transcrito por el Abbé Bannier en su Mitología, Dom Pernety
afirmaba (8) que «si se comparaban estas expresiones con las de
los Filósofos Herméticos, se las encontrará tan conformes que se
estará, por así decirlo obligado a convenir que el Autor de estas
Inscripciones contemplaba el mismo objeto que los Filósofos», y
más adelante: «los Sacerdotes instruidos por Hermes tenían otro
objetivo que el de la historia (9), con la que no podrán conciliarse
las diferentes cualidades de madre e hijo, de esposo y esposa, de
hermano y hermana, de padre e hija que se encuentran en las
distintas historias de Isis y Osiris, pero que convienen muy bien a
la Obra Hermética, cuando se toma su única materia bajo todos
los puntos de vista» (10). «Basta con un solo libro de los
Filósofos Herméticos – nos dice el mismo autor (11)- para ver
que han utilizado el mismo método que los Egipcios para hablar
de la Piedra Filosofal: han utilizado los mismo jeroglíficos y las
mismas fábulas».
Así pues, vemos que los filósofos herméticos y los egipcios
no sólo hablaban de los mismo, sino que empleaban un mismo
lenguaje. Para el profano resultan tan jeroglíficos los textos de los
papiros como la mayoría de los tratados de los alquimistas, y en
ello reside la dificultad de traducción de los unos, de la que se
quejan los egiptólogos y de comprensión de los otros aunque,
prácticamente, han escrito en nuestra lengua (12).
El personaje central de la mitología egipcia es Osiris, y lo
que éste simboliza parece ser también el tema central en los
libros de muchos alquimistas. En el «Discurso XXIV» de su
Atalanta Fugiens (13), Michael Maier declara: « La alegoría de
Osiris ha sido llevada por nosotros a su verdadero origen, que es
químico, y explicaba de manera completa en otro lugar...(Osiris)
es el sol, pero el sol filosófico, y este nombre, que le encontramos
atribuido aquí y allá en los libros, ha sido interpretado como el sol
exterior por el vulgo que no conoce otra luz que la luz de este
mundo.
El sol de los filósofos recibe su nombre del sol del mundo
porque contiene todas las propiedades naturales que descienden
de este sol celeste o que le convienen». Contrariamente a lo que
pudiera parecer, los egipcios no adoraban en realidad a una
pluralidad de divinidades, sino a un solo Dios en todas las cosas,
como nos lo demuestran por una parte Plutarco (14) y por otra
Dom Pernety (15): «Léanse con atención los himnos de Orfeo,
particularmente el de Saturno, donde se dice que este dios está
extendido por todas las partes que componen el Universo y que
no ha sido engendrado; que se reflexione en Asklepios de
Hermes, en las palabras de Parménides el Pitagórico, en las obras
del mismo Pitágoras; en todas las partes se hallarán expresiones
que manifiestan su sentimiento sobre la unidad de un Dios,
principio de todo, él mismo sin principio, y que todos los dioses
mencionados no son sino diferentes denominaciones, ya sean
atributos, ya sean operaciones de la Naturaleza.
Sólo Jámblico es capaz de convencernos con lo que dice a
propósito de los misterios de los egipcios (16)... Hermes y los
otros sabios sólo presentaron a los pueblos las figuras de las
cosas como dioses, para manifestarles un solo y único Dios en
todas las cosas: ya que aquel que ve la Sabiduría, la Providencia
y el Amor de Dios manifestados en este mundo, ve a Dios mismo:
ya que todas las criaturas no son más que espejos que reflejan
sobre nosotros los rayos de la sabiduría divina». Volviendo al
sentido alquímico de las fábulas egipcias, señalemos que, según
los alquimistas, dos dificultades principales se presentan a aquel
que quiere realizar la Obra.
La primera es la determinación de qué materia ha de
utilizarse y la segunda de cómo manipularla. Saint Baque de
Bufor nos explica que: «Los Filósofos Herméticos, en los escritos
que nos han dejado, han hablado muy poco de la primera materia
(...) se han extendido mucho, aunque con mucha ambigüedad,
sobre los diversos principios del arte y sobre las formas
progresivas que toma la materia en la segunda operación, pero
han cubierto de un velo impenetrable al primer agente ostensible,
los primeros procesos y todo el desarrollo de la primera
operación... El Antiguo Testamento, la teología egipcia, griega y
la de los druidas, al contrario, casi no hablan de la segunda
operación, pero se extienden tan prolijamente y de un modo tan
variado sobre la primera que, a fuerza de envolverla con
parábolas, enigmas y ficciones, han formado un laberinto en el
cual es casi imposible no extraviarse (17)».
El proceso de la Obra alquímica consta de diversos pasos
que aparecen representados en la iconografía hermética,
sumamente abundante. Uno de los pasos de esta misteriosísima
obra recibía el nombre de «conjunción». Se trata de la unión del
«fijo y del volátil, del hermano y de la hermana, del Sol y de la
Luna» (18).
El lector familiarizado con la leyenda de Isis y Osiris
comprenderá, con Dom Pernety, (19) que: «los egipcios
entendían por Isis y Osiris tanto la substancia volátil y la
substancia fija de la materia de la obra, como el color blanco y el
rojo que toma en sus operaciones». En cuanto a Isis se refiere,
citemos la opinión del Filósofo anónimo que citábamos al principio
de este artículo (20): «La diosa Isis era el húmedo radical
universal, influido por la Luna al que miraban como la madre
original de toda generación y conservación. Las estatuas de Isis
tenían todos los símbolos de la Luna, incluso los del cielo astral y
de la región celeste, a la que se consideraba hacía tanto bien.
Estaba vestida de negro para señalar la vía de la corrupción y de
la muerte, comienzo de toda generación natural... La ropa negra
que se daba a Isis muestra también que la Luna, o la Naturaleza,
o también el Mercurio Filosófico que es su diminutivo y su
substancia operativa en todas las generaciones, no tiene luz por
sí mismo, al ser un cuerpo opaco, pero que este cuerpo esencial
la ha recibido de otro, esto es, del Sol y de su propio espíritu
vivificante que está infuso en él y que es su agente.
Llevaba una ropa negra, blanca, amarilla y roja para
significar los cuatro colores principales o grados hacia la
perfección de la generación o de la obra secreta de los Sabios, de
la que también es el sujeto, el objeto y la imagen. A menudo Isis
estaba acompañada por una vaca negra y blanca, para dar a
entender el trabajo asiduo con el que debe ser observado el culto
filosófico, y que debe ser seguido en la operación del negro y del
blanco perfecto que es engendrado por la Medicina Universal
Lunar Hermética... Según Apuleyo, Isis hablaba así en su fiesta:
Mi religión comenzará mañana para durar eternamente.
O sea que la Ciencia religiosa de la Naturaleza y la Obra de
su simiente primera, origen de toda producción y de las
maravillas del mundo, tiene tanta duración como el Universo y se
observa y practica cada día». Y nuestro autor añade que:
«Cuando las Tempestades del Invierno sean apaciguadas, que el
mar conmovido, alterado y tempestuoso sea calmado, apaciguado
y hecho navegable, mis sacerdotes me ofrecerán una barquilla,
como demostración de mi paso por el mar de Egipto, bajo la guía
de Mercurio, mandado por Júpiter.
Esta es la clave del gran Secreto filosófico para la extracción
de la materia de los Sabios y del huevo en el que deben
encerrarla y operar en el atanor de torre, comenzando por el
régimen de la Saturnia Egipcia, que es la corrupción del buen
augurio, para la generación del Hijo real filosófico, que de allí
debe nacer al final de los siglos, o de las circulaciones
requeridas». El texto de Apuleyo que Filovita o Uranicus citaba y
comentaba gozó también de gran estima entre los otros filósofos.
Nos abstendremos de citarlo en su totalidad ya que el lector
podrá consultarlo en el artículo sobre Plutarco que firma Carlos
del Tilo. Dom Pernety, por su parte, nos lo explica de este modo
(21): «Isis pasaba por ser la Luna, la Tierra y la Naturaleza.
Su corona, formada por un globo brillante como la Luna, la
anuncia a todo el mundo... Las dos espigas que salen indican que
la materia del Arte Hermético es la misma que la que emplea la
Naturaleza para hacerlo vegetar todo en el Universo. Los colores
que esta materia va tomando durante las operaciones, ¿no son
exactamente nombrados en la enumeración de los vestidos de
Isis?». Y más adelante (22): «Parece que Apuleyo haya querido
decirnos que todos estos colores nacen los unos de los otros; que
el blanco está contenido en el negro, el amarillo en el blanco y el
rojo en el amarillo; por ello el negro cubre a todos los demás».
Para Saint Baque de Bufor (23): «No hay ningún pasaje de
los tratados que los Filósofos herméticos han escrito que sea tan
claro, tan verdadero y tan instructivo para el comienzo de la obra
hermética como aquel que Apuleyo ha referido a propósito de la
fiesta de Isis. Isis era, en efecto, la madre de todas las cosas,
porque unida a Osiris componen juntos el fluido luminoso que da
la vida a todos los seres; era la dueña de los elementos, porque
unida a Osiris, constituían los elementos simples que elementan a
los cuatro elementos». He aquí lo que Pernety explicaba a
propósito de la historia mítica de Isis y de Osiris (24): «Esta
misteriosa historia, o mejor dicho, esta ficción, se convirtió en lo
sucesivo en el fundamento de la Teología Egipcia... Osiris era
para los ignorantes el Sol o el Astro del día e Isis la Luna; los
Sacerdotes veían en ellos a los dos principios de la Naturaleza y
del Arte Hermético... Algunos, como Plutarco, pretendían que
Osiris significaba muy santo, otros, como Diodoro, Horus-Apolo;
Eusebio y Macrobio decían que quería decir que tiene muchos
ojos, aquel que ve claro... Pero los Filósofos veían en el nombre
de este Dios al Sol terrestre, el fuego escondido de la Naturaleza
(25), el principio ígneo, fijo y radical que lo anima todo...Para los
Sacerdotes, Isis era la Naturaleza misma, el principio material y
pasivo de todo... Herodoto nos enseña que los Egipcios la
tomaban también por Ceres, creyendo que Apolo y Diana eran
sus hijos.
Hemos dicho que Osiris era el principio ígneo, suave y
generador que la Naturaleza emplea en la formación de los
mixtos, y que Isis era el húmedo radical; por los tanto no hay que
confundir al uno con el otro, porque difieren entre sí como el
humo y la llama, la luz y el aire, el azufre y el mercurio. El humor
radical es en los mixtos el asiento y el alimento del cálido ígneo o
del fuego natural y celeste..». Para los filósofos herméticos (26):
«Las dos obras que son el objeto de este Arte están
comprendidas, la primera, en la expedición de Osiris, la segunda,
en su muerte y apoteosis.
Por la primera se hace la Piedra, por la segunda se forma el
Elixir. Osiris, en su viaje, recorre Etiopía, luego las Indias, Europa
y regresa a Egipto por el mar Rojo para gozar de la gloria que ha
adquirido, pero halla la muerte. Es como si dijéramos: en la
primera obra, la materia pasa al principio por el color negro,
luego por colores variados, el gris, el blanco y finalmente aparece
el rojo, que es la perfección de la primera obra y la de la piedra o
azufre filosófico... La segunda obra está muy bien representada
en el tipo de muerte de Osiris y los honores que se le rindieron...
Siendo esta segunda operación semejante a la primera, su clave
es la solución de la materia o la división de los miembros de
Osiris en muchas partes. El cofre en el que ha sido encerrado este
Príncipe, es el vaso filosófico, cerrado herméticamente. Tifón y
sus cómplices son los agentes de la disolución... La dispersión de
los miembros del cuerpo de Osiris es la volatilización del oro
Filosófico y la reunión de estos indica la fijación. Se hace gracias
a los cuidados de Isis o la Tierra, que, como un imán, dicen los
filósofos, atrae a sí las partes volatilizadas». (27) En su Atalanta
Fugiens, Michael Maier dedica un emblema a Osiris [...].
Representa el asesinato de este dios por Tifón. Sabemos por
Plutarco, que Tifón era hermano de Osiris y fue su destructor, ya
que Osiris representa a la «Palabra» sagrada cuya restauración
pertinente fue llevada a cabo por Isis. Numerosos autores opinan
que la muerte o el desmembramiento de Osiris en la tradición
egipcia es lo mismo que la caída de Adán en la judeo-cristiana.
El culpable de la caída, según los hebreos, es Samael (de
samo: ‘cegar’) que se relacionará con Tifón (de tufoo: ‘cegar’,
‘oscurecer’). Veamos qué nos enseñaban los alquimistas a
propósito de este hermano de Osiris: «Decían que Tifón y Osiris
eran hermanos y que este último le hacía siempre la guerra al
primero. Osiris era el buen principio o el humor radical, la base
del mixto y su parte pura y homogénea; Tifón era el mal principio
o las partes heterogéneas, accidentales; principio de destrucción
y de muerte, como Osiris lo era de vida y de conservación (28)
Tifón nació de la tierra, pero de la tierra grosera, siendo el
principio de la corrupción. Fue el causante de la muerte de
Osiris... El fuego que saca por la boca indica su aspereza
corrosiva y designa su pretendida fraternidad con Osiris, porque
éste es un fuego escondido, natural y vivificante; el otro es un
fuego tiránico y destructivo... Por eso d’Espagnet le llama el
Tirano de Natura y el fraticida del fuego natural». (29) Para
Saint-Baque de Bufor, Tifón es el flogisto, y su nombre en latín
Typhon es el anagrama de Python, la serpiente que nació del
barro, idea que nos vuelve a recordar algunas doctrinas judías.
Este autor escribe (30): «Cuando los dos principios que
constituyen la materia pura del arte hermético han sido llevados
por las manipulaciones del artista a este grado de pureza, ya no
son llamados o conocidos por los nombres de Isis y Osiris o
primera materia caótica, sino que en este estado son la materia
de los Sabios designada bajo el nombre de Horus, el que mató a
Tifón. Dicho de otro modo, Isis y Osiris, que son los principios de
toda vida y de los cuales es formado Horus, son desembarazados
de los principios de destrucción y de muerte, Tifón, el flogisto o
los vapores de la tierra que los habían condensado». Isis y Osiris
son pues los dioses principales de los Egipcios, junto con Horus
que reinó en último lugar y que, para los alquimistas, simbolizaba
el «resultado del Arte Sacerdotal».
Por ello se le confundía con Harpócrates, el dios del secreto,
pues Horus, o el Sol de los Sabios, es el gran secreto de la
Filosofía Hermética. Según cierta tradición, Horus: «Era
considerado por ellos (los druidas) como el hijo de Isis y de
Osiris, o sea de la Naturaleza y del fuego solar, al que llamamos
húmedo radical y calor natural, que nos son enviados desde lo
más alto de los Cielos por el Espíritu eterno de vida... Horus
pasaba por ser la luz en calidad de hijo de Osiris, representando
al Sol (31), y llevaba también algunos atributos de Apolo, hijo
también del Sol y dios de la luz según la Fábula; por lo que
estaban representados a sus lados, detrás de él y siguiéndole,
veinticuatro pequeños ancianos que significaban las veinticuatro
horas que antiguamente dividían al día y a la noche en
veinticuatro partes». (32) Llegados al final del presente artículo,
a modo de conclusión y de síntesis, sólo nos queda proponer al
lector las palabras de dos clásicos de la filosofía hermética.
El primero de ellos , con un lenguaje actual, expresa en dos
versículos el misterio de Isis y de Osiris, o el del agua y el fuego:
«Os adoramos, Agua, madre de las aguas, pues el fuego vivo
está en vuestro centro, y sois excelente sobre todas las demás
luces. El sol es vuestra producción magnífica (33). Santa Madre
del fuego, socorrednos ahora y en la hora del paso difícil. ¡Que así
sea!» (34). «¡Oh, fuego que fluye, que disuelve y coagula,
nuestro Señor fecundador!» (35) El segundo apunta, siempre
bajo el discreto velo del símbolo, cuál es el objetivo de la ciencia
hermética, la recompensa del viajero que, abandonando la tierra
de exilio, regresa a la Patria original: «Es este Horus (36) o Apolo
por quien Osiris emprendió un viake tan largo y pasó tantos
trabajos y fatigas. Es el tesoro de los Filósofos, el de los
Sacerdotes, el de los Reyes de Egipto: el niño filosófico nacido de
Isis y Osiris». (37).


Bibliografía


(1): Ver Hechos de los Apóstoles: VII,22. Aparte del
contexto bíblico, los comentadores hebreos nos lo confirman; por
ejemplo Nahmánides en su Comentario sobre el Éxodo (XIII, 3) y
en su Exordio al Génesis. Filón el Judío, en su De vita Mosis
(lib.1) relata que Moisés aprendió en Egipto la Filosofía simbólica
o la ciencia de la naturaleza.


(2): Plutarco es, sin duda, el autor que mejor nos explica la
adaptación de los Misterios egipcios a los griegos. Ver, a este
respecto, el artículo de Carlos del Tilo publicado en este mismo
fascículo de LA PUERTA (Egipto).


(3): Citemos a modo de ejemplo, a Pierre Jean Favre o a
Dom Belin.


(4): Especialmente Platón en su Fedra, 174 y ss.


(5): Citado por Dom Pernety, Fables Egyptiennes et
Grèques, dévoillées et reduites au même principe, tomo I. París,
Chez Delalain, MDCCLXXXVI p. 218.


(6): Los antiguos distinguían a tres Hermes, el primero de
ellos fue Henoch.


(7): Tras la publicación de su CONCORDANCIA MITO-FíSICOCABALO-
HERMÉTICA (Edición bilingüe castellano-francesa,
Obelisco, Barcelona 1986), hemos podido averiguar que se
trataba seguramente de Mr. Fabre de Bosquet, apellido cuyas
letras constituyen un anagrama de St. Baque de Bufor, que
pertenecía a una sociedad hermética de Versalles.


(8): Fable..., op. cit. p. 300 y ss.


(9): Pernety nos indica muy claramente que no hay que
intentar entender lo que la Mitología nos explica al pie de la letra.
Los Padres de la Iglesia, especialmente Orígenes que en su Adv.
Celsum manifiesta grandes conocimientos de la tradición egipcia,
escribían lo mismo a propósito de la Escritura, criticando el
fariseismo.


(10): Fables..., op. cit. p. 303.


(11): Fables..., op. cit. p. 241.


(12): La lengua egipcia, como la hebrea, se escribía
únicamente con consonantes. Las vocales las colocaba quien leía.
El lector comprenderá que según qué vocales se utilizaran, el
texto adquiría uno u otro significado. Un libro hebreo, el Sepher
ha Zohar explica el sentido esotérico de este uso: las
consonantes son el cuerpo y las vocales el espíritu. El texto sin la
vocalización correcta está seco, muerto. En este libro se
comparan a las vocales, mediante un ingenioso juego de
palabras, con gotas de agua o de rocío.


(13): En el discurso I de su Atalanta Fugiens. Oppenheim,
1618. en Librairie de Médicis, París 1970.


(14): En su tratado Sobre la EI del Templo de Delfos, ver el
pasaje en cuestión citado en el artículo de C. Del Tilo sobre
Plutarco.


(15): Fables..., op. cit. pp. 224 y 225.


(16): Ver nuestro artículo sobre Jámblico y los misterios de
los egipcios en este mismo fascículo de LA PUERTA.


(17): Concordancia..., op. cit. p. 39.


(18): Según el artículo CONJOCTION del Diccionario Mitohermético
de Dom Pernety.


(19): Fables..., op. cit. p. 275.


(20): Ver Cuatro Tratados de Alquimia, Ed. Vision-Libros,
Barcelona 1979. p. 144 y ss.


(21): Fables..., op. cit. p. 288 y ss.


(22): Fables..., op. cit. p. 294.


(23): Concordancia..., op. cit. pp. 65 y 67.


(24): Fables..., op. cit. pp. 265 y 319.


(25): Según Pernety, op. cit. p. 239. Osiris quiere decir
«fuego escondido».


(26): Fables..., op. cit. p.. 276 y ss.


(27): Fables..., op. cit. p. 286 y ss.


(28): Fables..., op. cit. p. 250.


(29): Fables..., op. cit. p. 312


(30): Concordancia..., op. cit. p. 65


(31): Existía entre los egipcios una diferencia entre la luz y
el sol. Algo semejante ocurre entre los hebreos que distinguen en
el Génesis entre la luz (1-3) y el Sol (1-16).


(32): Ver Cuatro tratados..., op. cit. p. 149. El lector
asociará a Horus, que para los alquimistas sería La Piedra, con el
principio del capítulo IV del Apocalipsis, donde el Juez supremo
parecía semejante a la piedra de jaspe y a la de sardónice y
estaba rodeado de veinticuatro tronos donde estaban sentados
veinticuatro ancianos.


(33): El lector asociará este párrafo con algunas
denominaciones egipcias de Isis, como Madre del sol, diosa de la
Aurora y del crepúsculo (= el sol es vuestra producción
magnífica).


(34): Ver El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga 1987.
Libro X, vers. 60’.


(35): Ver El Mensaje......, op. cit. Libro VIII, 46’.


(36): Uno de los nombres de Horus era Harpócrates, dios
que se representaba con un dedo sobre la boca y que simbolizaba
el secreto; por ello, para los alquimistas, La Piedra Filosofal era
un secreto que tenían que guardar a toda costa y que había
recibido nombres tan evocadores como piedra secreta de los
Sabios o secreto de los secretos.


(37): Fables..., op. cit. p. 307. El lector recordará que Isis
era la diosa del rocío.
por Juli Peradejordi

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